domingo, 28 de abril de 2013

GABRIEL FERRATER


A media mañana
El sol, el viejo sabio, va disipando
minúsculas dudas de oscuridad, dejadas
hasta ahora por resolver. Le tiemblan
un poco las manos, y temblamos
los árboles y nosotros cuando oímos
que todo minuto que pasa ha de arrancar,
brusco, una venda de sombra, y ahora el justo
caso de la luz será bien recto, y ahora
chillará la delgada desazón de la flauta
de Iblis, y lo veremos todo, y repleto
de espacios de claridad, impenetrables
como el cristal. Manifestado todo, diremos:
tú lo has querido, te lo has buscado tú, de noche,
cuando dormías sólo para despertarte
y no querías creer que la vida
se te volvería más ignorada que el sueño.

                                                   Versión de M. Àngels Cabré



Dedos

Ligera, se iniciaba
la lluvia de una noche.
Ligeros, se confiaban
tus dedos entre mis dedos.
Instante breve de adiós.
Oh, sólo por dos días.
Me sonreías a través
de las lágrimas que llovían
sobre tu abrigo de cuero.
Temblor de los bruscos túneles
por donde te me vas: confuso el corazón,
desmenuzo esta noche
la maña de recuerdo
que tengo en los dedos. 
Vacíos dos días,
oprimieron la sombra del tacto
de tus dedos, cuando te me ibas.  
                                                             Versión de José Agustín Goytisolo




 Neblina


Mucho antes de que te vuelvas vieja y gris,
la sombra de mi nube sobre la extensión
de naturaleza y cultivo: tu tierra,
como un copo leve de ceniza, imperceptible
para todos ellos, pero todavía no para ti,
cuando se la lleve un último viento pálido,
se rizará convulsionada por el adiós,
y te dejará el recuerdo de un frío caduco.
Sé cómo, después, se les abrirán los caminos
del sol, cuando, dentro de la múltiple sorpresa
de hojas nobles, les aguijonee el oído
la ágil flauta infernal de tu mediodía.
Lo sé yo, que ahora enneblino tu profundo
crepúsculo matinal. Todo desesperación
de levantarme, me hago jirones en espinos
y lleno de llanto caballones de incertidumbre.

                                                                                        Versión de José María Valverde
 


Reseña biográfica

Poeta, crítico y traductor español en lengua catalana nacido en Reus, Catalunya, el 20 de mayo de 1922.
Perteneciente a un familia acomodada y culta, recibió una tardía educación elemental y un gran apoyo en su sólida  formación intelectual. Entre 1958 y 1968 vivió en Londres y posteriormente en Hamburgo donde trabajó como lector de la Rowohlt Verlag. De regreso a Cataluña en 1963, ocupó la dirección literaria de Seix Barral, se licenció en Filosofía y Letras en 1968, y trabajó como profesor de Lingüística y Crítica Literaria en la Universidad Autónoma de Barcelona.  Esta época marcó su mayor desarrollo intelectual reflejado en el reconocimiento general de la crítica.
Es autor de una de las más relevantes obras poéticas de la literatura catalana de la posguerra, reunida luego en el volumen "Les dones i els dies" en 1968 ("Las mujeres y los días").
El 27 de abril de 1972, pocos días antes de cumplir cincuenta años, se quitó la vida en su piso de San Cugat.








viernes, 26 de abril de 2013

A PROPÓSITO DE UN ENSAYO SOBRE "LA PESQUISA" Y "BLANCO NOCTURNO"



Juan José Saer
En el análisis de La pesquisa me propongo demostrar la relación que existe entre esta novela de Juan José Saer y  el relato de Jorge Luis Borges “La casa de Asterión”. 

El Minotauro
Hay fuertes paralelismos en la obra saeriana que remiten al texto borgiano: el primero, entre Morvan, el personaje de la novela de Saer y Asterión, el Minotauro protagonista del cuento de Borges , por el oscuro destino de victimarios  que devienen en  víctimas; el segundo, que no solamente se produce entre el recorrido laberíntico que realiza Morvan por las calles de París sino también en el de los amigos santafesinos que navegan por los brazos del río Colastiné y el recorrido del Minotauro por el laberinto diseñado por Dédalo.
Relaciono además otros mitos en la novela de Saer: el de Europa y Zeus que se convierte en un toro blanco para poseerla (que el escritor argentino entrecruza hábilmente con el mito de Asterión); el de las dos Helenas, una de ellas, la de Troya, que es la  falsa imagen de la Helena verdadera, la cual ha sido llevada a Egipto.  

Este mito se relaciona con los mellizos Garay -Pichón y el Gato, tan iguales que ellos mismos jugaban a confundir a la gente-; el último, un desaparecido víctima de la dictadura.
Y ese mito se relaciona además con el cuento “En línea” que es una especie de continuación de una parte de La pesquisa, a la que podría llamarse “la realidad de la ficción”, en donde vuelve a recrearse la leyenda de Helena de Troya. Y la “ficción dentro de la ficción”, que se da en el policial relatado por Pichón  en la novela y que Tomatis tratará de refutar, será motivo de otro cuento de Saer, “Recepción en Baker Street”, un policial clásico, que tendrá como narrador a Tomatis.




Ricardo Piglia

En cuanto a “Blanco Nocturno”, la idea para el análisis surgió a partir del reportaje que en la Revista Ñ le hicieran a Ricardo Piglia con motivo de la publicación de su novela, cuya característica es la introducción de notas a pie de página. Y el escritor aclara que se propuso homenajear a su maestro, el historiador Enrique Barba, quien decía que “todo libro de historia que no tiene cinco notas a pie por página es una novela” Según Piglia, ésa es la mejor definición de novela que él conoce y por ello se propuso contradecir al género, al escribir una novela con notas al pie.
Por eso decidí comenzar el análisis con una revisión de los conceptos de historia y novela histórica,  y luego fui trabajando la trama de manera conjunta con las notas a pie de página, que según su autor son  “un subsuelo de información”, ya que “lo que circula por abajo del texto son cosas que los personajes saben, que dan por sentadas y de las cuales no hablan”.
Otra característica de esta novela es la importancia de las voces anónimas en el relato. Así como las nuevas concepciones sobre el hacer histórico destacan la importancia de los relatos anónimos, la novela de Piglia basa la narración e investigación de los hechos en las voces del pueblo, con todos los prejuicios y subjetividades  que implican las habladurías.



Las notas a pie de página, complemento de la trama principal, plantean un ir y venir entre hechos históricos ocurridos en el siglo XX  que sirven de base a la ficción y elementos que agregan detalles sobre la misma ficción.

Se ha apuntado que las novelas de Ricardo Piglia parecen formar parte de un proyecto general, ya sea porque los mismos personajes suelen volver en cada uno de los libros, porque su narrativa tiene un registro común,  una similar forma de construcción sintáctica, y sobre todo porque a  este autor le gusta jugar con el entrecruce de géneros, la novela que tiende al ensayo, el ensayo que tiende a la ficción. A ello agrego que Blanco Nocturno forma parte de ese texto aglutinador, donde la historia argentina se cuela subordinada, a retazos, en la ficción.
Sabemos que Piglia reconoce a Borges como su gran maestro; sabemos que Saer reniega de ese reconocimiento, aunque no puede evitar que la escritura borgeana sea una fuerte influencia en él.   Y tal característica confirma la estrecha relación de fondo –aunque sus escrituras sean disímiles- entre Ricardo Piglia y Juan José Saer


                                         Ana María Serra.-

                                         

 


martes, 23 de abril de 2013

BIANCIOTTI/ DRUMMOND DE ANDRADE/ CELAN, MAESTROS DE LA POESÍA


HÉCTOR BIANCIOTTI/ CLARIDAD DESIERTA

1
Tu sombra barre la luz de nuestras galerías
desciendes las escalas,
te pierdes para siempre en la penumbra de los corredores
y entras sin una lámpara
en tu noche de carbón apagado.

2
Uno a uno
te despojas de los gestos
como ornamentos, como alhajas
y entras desnuda en el agua del suplicio
No estoy
responde el gran silencio cóncavo
dentro de ti.

3
Debajo de la piel
este silencio en el que tú no estás
ni nadie
como la superficie de un lago
acechando la piedra

 


CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE/ POEMA DE LAS SIETE CARAS
 
Cuando nací, un ángel chueco
de esos que viven en la sombra
dijo: Anda, ¡Carlos! a ser gauche en la vida.
Las casas espían a los hombres
que corren detrás de mujeres.
La tarde tal vez fuese azul,
si no hubiese tantos deseos.
El tranvía pasa lleno de piernas:
piernas blancas negras amarillas.
Para qué tanta pierna, Dios mío, pregunta mi corazón.
Sin embargo mis ojos
no preguntan nada.
El hombre detrás del bigote
es serio, simple y fuerte.
Casi no conversa.
Tiene pocos, raros amigos
el hombre detrás de los anteojos y el bigote.
Dios mío, por qué me abandonaste
si sabías que yo no era Dios
si sabías que yo era débil.
Mundo mundo vasto mundo,
si me llamase Raimundo
sería una rima, no sería una solución.



 PAUL CELAN/ELOGIO DE LA DISTANCIA

En el manantial de tus ojos
viven las redes de los pescadores del Mar Extravío.
En el manantial de tus ojos
mantiene el mar su promesa.
Aquí arrojo,
corazón que moró entre los hombres,
de mí los vestidos y el brillo de un juramento:
Más negro en lo negro, estoy más desnudo.
Sólo desavenido soy fiel.
Yo soy tú cuando yo soy yo.
En el manantial de tus ojos
surco y sueño pillaje.
Una red atrapó una red:
nos separamos abrazados.
En el manantial de tus ojos
un ahorcado estrangula la cuerda.













lunes, 22 de abril de 2013

UN TEMA RECURRENTE: LOS SUEÑOS


Desde los egipcios, la simbología ha sido la gran ciencia de la antigüedad. En Oriente ha perdurado sin interrupción hasta ya entrado el siglo XX y en Occidente inspiró todo el arte medieval y, en gran medida, el renacentista y barroco, hasta que el descubrimiento del “Inconsciente” volvió a recuperar los símbolos en ámbitos y maneras muy distintos.
Los sueños son una de las fuentes principales del material simbólico. Desde la Antigüedad se les prestó gran atención, distinguiéndose entre sueños ordinarios y extraordinarios (por la persona, el valor de las imágenes oníricas y por las circunstancias del sueño). Se creyó en la existencia de sueños premonitorios, en una verdadera adivinación por medio del sueño, sea de hechos generales y lejanos, o de hechos concretos e inmediatos. Los mejores ejemplos están en la Biblia: los sueños de José (Gn 37, 5-11).

El interés por los sueños ha llevado a codificar repertorios de significados, en “diccionarios de los sueños” de escaso o nulo valor místico y científico, aunque pueden contener datos verdaderos por tradición o información. Desde Freud, la interpretación simbólica de sueños ha constituido una de las vías mayores del psicoanálisis (de series de sueños mejor que de sueños aislados aun importantes). Por su concreto simbolismo, relacionado con un tema esencial en la tradición, como el de la escalera, se toma como ejemplo el sueño que tuvo una mártir poco antes de ser puesta ante la prueba suprema, siendo frecuente que los cristianos presos por su religión tuvieran sueños netamente simbólicos o premonitorios: “Rogué, en efecto, y he aquí lo que me fue mostrado: una escalera de oro, de gran altura, subía hasta el cielo, escalera estrecha que se podía subir sólo uno a uno; a cada lado de ella había todo género de objetos de acero: espadas, lanzas, garfios, cuchillos…Bajo la escalera estaba un gran dragón dispuesto a acometer a quienes quisieran subir…” (Diario de Santa Perpetua, documento del año 203)
Según Jung, el sueño, “antes era estimado como un mensajero del destino, como un amonestador y consolador, como un enviado de los dioses. Actualmente lo utilizamos como un heraldo de lo inconsciente, que nos descubre los secretos ocultos a la conciencia, y por cierto cumple su cometido con asombrosa perfección. (…) Lo que el conflicto tiene de penoso, de insoluble, está, según opinión de Freud, tan escondido o desleído en el sueño, que éste puede considerarse como el cumplimiento del deseo. Sin embargo, hay que añadir que los deseos cumplidos en sueños no son los deseos conscientemente nuestros, sino aquellos que muchas veces se les oponen diametralmente.”
Jung también señala que aparentemente el sueño se ocupa muchas veces de detalles sin importancia o tal vez resulta tan incomprensible que genera cierta resistencia a “desenredar la revuelta madeja con paciente trabajo”. Pero cuando se logra penetrar en el verdadero sentido del sueño se descubre que aun el que parece más disparatado tiene “un alto sentido y en realidad se refiere a cosas extraordinariamente importantes y serias del alma”. Su conclusión: dejar de considerar como superstición el sentido de los sueños y valorar ese tema que “las corrientes racionalistas de nuestra época habían reducido a polvo”, ya que como dice Freud, “el análisis del sueño es el camino real que conduce a lo inconsciente”.




Bibliografía: Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de símbolos, Ed. Siruela.
                      Jung, Karl Gustav, Lo inconsciente, Ed. Losada.






domingo, 21 de abril de 2013

TRES POETAS/ TRES POEMAS


JUAN SASTURAIN/CORREGIME

Soy lo que queda
de mí; lo que
no esperaba de
mí, lo que hagas
de mí.
Haceme la prueba, corregime.
Es una resta pero
está bien hecha:
un número quebrado,
algunos decimales,
el principal, entero.
Dividime, sumate,
poné igual abajo
y firmá.



MARÍA TERESA ANDRUETTO/ DESNUDA EN LA TIENDA


Necesito ropa, dijiste. Una blusa
alegre, de color subido. Y fuimos
a la tienda. La chica que nos llevó
a los vestidores se llamaba Tula.
Te queda rico, dijo, te queda de novela.
Nos metimos las dos en esa caja,
entrábamos apenas.

Como no había asientos ni percheros
te ofrecí mis brazos.
Te sacaste el vestido, la campera,
te sacaste la blusa, las hombreras,
te sacaste el turbante, la remera,
te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo,
te miraste el espejo y me miraste
y yo vi tu pecho crudo, las costillas
al aire, y después tu corazón
como una piedra, fuerte y fatal
como una piedra.
 



DANIEL VERA/POEMA XIII




 Si vienes, te daré la bienvenida
con laureles y rosas y jazmines
en el suave confín de mis jardines
donde puedo abrazarte sin medida.

Si no vienes, tendré mi voz henchida
de memorias gozosas y violines
y armonía coral de querubines
para cantar las fiestas de la vida.

Si te vas, te daré la despedida
con alas y furor de serafines
y criaturas sin culpa ni caída.

Si no te vas, con faunos danzarines
celebraré la música ceñida
por mil tonos de azul y mil carmines.

miércoles, 17 de abril de 2013

CLAUDIO MARTYNIUK- LA ESCRITURA COMO HISTORIA




Cortázar, como destacado escritor, se ha transformado en una institución. Este acontecimiento se inscribe en la literatura argentina, en sus curvas de mutaciones y en sus puentes de aproximaciones. El campo ilimitado de búsquedas mostraba al mundo entero por ser escrito, esto lo percibió Cortázar anta la aparición de Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal.
La historicidad exterior a las obras, no sin ironía, puede fragmentarlas, ignorarlas o imponerles obsesiones extrañas. También puede ir a lo que ya no es de nosotros y encontrar lo hundido, asociar nuestras emociones y hasta robar algún fuego ajeno, sacarlo de una necrópolis donde reina el silencio.
El falso prestigio suele ocultar la supervivencia de un latido. Suele tranquilizadoramente archivar en casillas las obras. La historia se hace oficial y pomposa. Impúdicamente se desactiva un volcán.

Podemos ver las obras de Cortázar como flores al borde de un precipicio. Podemos, también, intentar reconstruir el soplo que impulsó a Julio hacia ese cultivo, su palpitación, su gesto humano. La historicidad de la vida no es coextensiva a la de la obra. La caída del artista no es el presente de su obra. En cualquier caso, la explicación no va muy lejos. No agota ni la carne ni la letra.


Vivir en la literatura sigue siendo vivir en el mundo. Sin torre de cristal, el escritor está situado en el espacio percibido. Se mueve, mira y actúa sin haber penetrado más en el enigma de la interioridad o de la trascendencia.  Practica acciones expresivas, traza arabescos, rehace el mundo, se embarca hacia puertos que ya otros han perseguido. Puertos que atraen a hombres y mujeres que se ignoran y viven en inmensas distancias espaciales y temporales.

Abierto un horizonte de búsqueda se hace posible, a la distancia, hallar otro continente. Es la promesa del arte moderno, promesa incumplible pero constitutiva. Este horizonte es la historicidad de la interrogación, una especie de otro nuestro que nos abraza en la oscuridad y que nos ciega en la claridad. El horizonte es el espesor, la búsqueda es la ilusión de extensión y de ahondamiento. Una búsqueda sobre la que resbalamos.
La búsqueda literaria de Cortázar ha sido fértil. Quién sabe si se pueden seguir las huellas de la escritura de Borges hacia adelante.


Esa búsqueda debe transitar el cuerpo literario más que el humano. Pero ambas finitudes exceden a nuestro campo visual.
La literatura de Cortázar es por momentos brillante. Con afán de claridad se ha montado el texto. También asoma la escritura opaca e insinuante. Escritura de niño medido y de letras recuperadas en el conflicto. Se concibe en una lengua establecida, pero la rehace en argentino, en choque con los límites del lenguaje que apresan el sentido. Se anuda y se alisa. Bordea el abismo cuando pretende decirlo todo, se cae cuando predica.
Lo que sus palabras suscitan son palabras. A pesar de haber pretendido más, el logro es una experiencia prodigiosa. Es el encuentro de un yo que es otro. Encontrar los textos después de la vida del autor es, también, encontrar otro tiempo.

En: Imagen de Julio Cortázar.










domingo, 14 de abril de 2013

ANA MARÍA SERRA- TRES SILUETAS


Dos hombres reunidos en la bruma, dos siluetas recortadas sobre un fondo gris, violáceo. Encuentro sin duda furtivo, sin testigos. Parecen de mediana edad, visten trajes que no logran ocultar los vientres que avanzan debajo de los impermeables. Los dos llevan paraguas negros, gigantescas corolas invertidas, amenazantes. El diálogo se diluye en el murmullo del lago. La luz que emerge del horizonte los recorta aún más sobre la orilla.
Tal vez el bote no llegue a tiempo, pienso mientras avanzo hacia ellos. Una tenue luminosidad llega hasta mis ojos. Mis pies se hunden en la greda húmeda. Como ellos, voy cubierto por un paraguas y visto un impermeable, tímidas excusas ante la aspereza del clima. Cuando llego, ambos se me acercan. Es esta persistente niebla que lo cubre todo la que me hace dudar por un instante si no es mi propia figura la que se ha desdoblado y forma un trío lúgubre.
Me estrechan la mano mientras uno de ellos intenta disfrazar de sonrisa una mueca de complicidad. Al fin llega el bote. Miro mi reloj, ha sido puntual.  Tres hombres que suben a un bote y emprenden el viaje; dos de ellos comentan que en pocas horas despejará la niebla y llegará el sol, mientras el tercero piensa que es una lástima que eso suceda, pues el sol descubre  mejor los ánimos, pinta el paisaje con colores brillantes. Y ese bosque se mostrará en todo su esplendor, y la gente se sentirá bien, y él no podrá tener el marco adecuado para la historia que habrán de vivir.

Aunque trato de esconder el rostro de la mirada de mis compañeros de travesía, mis pensamientos me arrancan una media sonrisa. El sentimiento dramático me ha ganado todas las partidas. Vanos esfuerzos realizados por ser alguien indiferente, siempre emerge el romántico, el fatalista.
Dos hombres conversan animadamente, el tercero, se muestra taciturno. La serenidad del lago deja escuchar los gritos de las gaviotas que se agolpan detrás del bote; ya comienza a entreverse el bosque de coníferas en la orilla cercana.
El bote queda amarrado en el pequeño muelle. Presido la triple fila de siluetas armadas de paraguas negros y ataviada con impermeables. Miro hacia arriba y repaso una vez más la subida empinada por la estrecha cuesta que lleva hasta la cabaña. A mis espaldas, mientras subimos, siento la trabajosa respiración de los dos hombres.

Finalmente se presenta ante ellos la cabaña de troncos, ubicada estratégicamente en un claro del bosque. La cabaña que será el escenario montado para la escena final, parte de la historia ya es conocida por ellos, que deberán ser los únicos espectadores del desenlace.
Dos hombres que oficiarán de “voyeurs” en el encuentro, tantas veces postergado, de esa pareja. Ella se ha asomado a la puerta, y cuando los ve acercarse (cuando me ve a mí encabezando la pequeña y agitada comitiva) sonríe con cierta provocación.
Dos hombres que tienen instrucciones precisas; no deberán participar en ningún momento, cualquiera sea el resultado de esa cita en la que se entremezclan, por partes iguales, el odio y el amor. Ellos solamente deberán registrar paso a paso, minuciosamente, el final de la historia.


sábado, 13 de abril de 2013

MERCEDES CENTURIÓN- ROCÍO COLMAN SERRA


Contra un muro de tiza
(monólogo en ostracon)
 
            Tiro la piedra para que caiga en 1.  En 1 siempre es fácil, mamá. Al final está el cielo, ahí dónde vamos a encontrarnos, apenas atrape esta piedra que ahora cayó lejos, en otro lugar… en esa habitación donde me escondo para buscarla debajo de la cama, casi sin respirar, para que la enfermera no me sienta, pero el que entra es un hombre que te toca y te duele y yo salgo a gritarle para que te deje en paz.
            Busco el 2 en el piso, pero ya no está más junto al uno. Debo hallar el 2 para arrojar la piedra sobre su corazón de tiza, suavemente para que no se esfume, así como de a ratos se borra la risa de tu cara que no quiero perder mientras te juego, mamá, te juego que nos vamos a encontrar en ese cielo que a propósito escribí con muchas letras para que no te desorientes. Quiero llegar al 2 que es un rectángulo igual al de la foto que hicimos en el mar, contra la espuma, el día de la incursión sobre los caracoles con bichos, que dijiste que los vacíos no son más que una casa abandonada y que te daban pena esas casas sin gente habiendo tanto homeless por doquier, doquier repetiste y nos reímos de las palabras viejas. Homeless, pronunciaste y nos reímos de las palabras ajenas. Sí, también juntábamos palabras viejas y ajenas y ahora que las quiero las anoté en el cielo, bien grandes para que te rías, mamá y para que no te pierdas.

            El 3.  Ya sé qué esperar del tres, porque es un número que convierte al dos en familia y si se vuelve al 2, dijo mi padre, ya no tiene sentido, entonces es mejor que te quedes con los abuelos y la tía Neca, porque el 4 escrito sobre el muro es para los equilibristas y vos sabés que para ir al cielo hay que dar muchas vueltas aunque a veces, ni siquiera así se llega, porque el cielo es un compromiso con la muerte, como no sé si puedo comprometerme tanto mejor doy la espalda y camino hacia el oeste que en este juego es la mayor distancia con tu cielo de tiza.
            Dónde está el 5. Garabateado debajo de mi cuerpo, de mis rodillas sucias del hollín de las urbes, penitente de pena no de castigo, de una pena de ausencia de ese cielo en pináculo que no quiere ser cárcel sino centro de reunión con un mundo perdido. No es cierto, no está perdido mamá, si me incorporo y salto en un pie de puntillas para que no despiertes porque si descansás mucho vas a poder un día levantarte y pararte a mi espalda para armarme esa trenza cocida que me hace tan grande que parezco una chica, no una nena, si te pinto un poquito los labios y los ojos y que tu padre te vea y se asuste pensando en lo que viene, que no viene porque se fue en el 4 y no hay regreso.
            Para perderse está el 6, que a simple vista no aparece, pero que si lo encuentro puedo planear el otro, el de un cielo estrellado donde aquella sos vos y la otra chiquitita al lado yo, que titilamos porque estamos hablando y riendo y a veces también bailamos y cantamos, pero ahora no creo tanto en eso, ahora que si busco el 6 y salto con gracia como aquel día del acto de fin de año que saltaba y caía sobre una cama elástica en el centro de un circo de utilería en el cual caben todos los niños de segundo año seguro que voy a llegar y vamos a caber nosotras dos.
            Mire, vecina, le aconsejo no quedarse con un solo hijo, sabe, porque cuando se va el vacío es enorme, una termina metida dentro de una cama sin saber para qué era que respiraba y para quien era que cocinaba o lavaba o planchaba, le decía a veces la señora de 7ºB. Pero yo le diría, ahora, de puro rencorosa, que una sola madre también es poco porque cuando se va uno tiene que hacer malabarismo con una piedrita roja en un mundo sin límites hasta encontrar un cielo que se parezca al de la playa, que de tan azul no se puede ni mirar porque encandila. El cascote va al 7 sin reproches y se queda a un costado, cerca de la línea pero adentro para seguir saltando, como la línea imaginaria que trazabas en el aire para que yo la cruce porque estaba prohibido y me atrapabas la mayoría de las veces y en castigo yo tenía que rebuznar como un burro, caminar como un pato, cacarear como una gallina, pero si no me atrapabas y yo salía de la cocina entonces vos tenías que cantar como en la ópera que era lo más difícil y llorábamos de risa.

            Para el 8 no va a ser lo mismo porque mi brazo tiembla un poco tan cerca del cielo que podría tocarlo con las manos, manos de dedos largos y finitos, de uñas cortas y transparentes, que en el piano a veces se confundían con las teclas blancas y parecía que tocaba solo pero yo no lo quería porque a vos te gustaba tanto que te olvidabas de ayudarme con los deberes y de jugar conmigo. Yo golpeaba las teclas a propósito pero no se rompían. Con el 8 no es lo mismo, debo llegar en una sola pierna y el recorrido es largo, para agacharme como en una reverencia que ahora que estoy más alta cuesta más mantener el equilibrio. Pero el cielo de tiza contra el muro es una promesa de un espacio sin tiempo ni posturas, un espacio de la madre y la hija, juntas y solas sin necas ni abuelos dolorosos.
            Con el 9 es distinto, es el último obstáculo antes del cielo, que es espacioso para que quepamos las dos y hasta para que nos sentemos en él, como hacíamos en la plaza a la hora del descanso bajo algún árbol libre, para mirar con detalle el comportamiento de las hormigas y, de vez en cuando, atrapar alguna y arrojarla contra la tela para ver el tamaño de la araña, que en mis sueños se agrandaría obligándome a ir a tu cama, aunque ya no se puede porque a tu madre le duele y si se mueve es peor. ¿Y si se muere, no es peor acaso? dijo la rebeldía de un día para el otro poco antes de la internación, cuando ya no valía la pena. Con el 9 es distinto, tan cerca y tan intrincado que no parece estar aquí. Tampoco vale la pena, porque la piedra toma vuelo propio y se sale del cuadro y me obliga a empezar todo de nuevo ya que no hay nada peor que hacer trampas aunque sea a las cartas o a la rayuela o a la vida. Entonces, recojo el tejo, lo guardo en el bolsillo de las ilusiones, que viene de iluso, no de engaño. Pero no vuelvo a empezar, estoy tan cansada.          
                                                                                              Mercedes Centurión
                                                               
 

 (El cuento forma parte de la Antología “Rayuela(s)” conformada por textos de varios escritores argentinos en base a parte de la serie “Rayuelas” de la artista plástica Rocío Colman Serra, presentados en esta página)









JORGE PRIETO- FISIOLOGÍA DE LA ESPERA






Crecer fue una espera sin orillas
hubo que esperar los permisos,
esperar ser aprobados,
esperar quietos debajo de la ropa
a la entrada  de los moldes,
del otro lado del viento.

Boca arriba, en cuclillas o de reojo
millones y millones, absortos,
esperan
que Dios los esté esperando
otros esperan, por si acaso;
cruzados de brazos, yendo y viniendo
a ciegas, sin habitar las esperas
sin descifrar su consistencia leudante
su incesante goteo, gomoso, amnésico.


Ávidos de un rincón intacto
donde enjuagar la memoria
esperando
en los suburbios de la vida
sin romper y rehacer otras esperas,
sin combatir con torniquetes la apatía
sin al menos, cauterizar lo irrepetible;
ajenos a la hemorragia del tiempo
las esperas almacenadas
gangrenaron la memoria de los hombres



En: Álbum de esperas y otros asuntos

Fotografías: Sara Facio






jueves, 11 de abril de 2013

CLARICE LISPECTOR- "LA HERMANA DE SHAKESPEARE"


Una escritora inglesa –Virginia Woolf-, queriendo probar que ninguna mujer, en la época de Shakespeare, podría haber escrito las obras de Shakespeare, inventó para él una hermana llamada Judith. Judith tendría el mismo genio que su hermano William, la misma vocación. En realidad sería otro Shakespeare, sólo que, por gentil fatalidad de la naturaleza, llevaría faldas.


Antes, en pocas palabras, Virginia Woolf describió la vida del propio Shakespeare: había asistido a escuelas, había estudiado en latín a Ovidio, Virgilio, Horacio, y además todas las otras bases de la cultura; de niño había cazado conejos, deambulado por los alrededores, observado bien lo que quería observar, almacenando infancia; ya muchacho, se vio obligado a casarse a toda prisa; esa ligera liviandad le dio ganas de escapar y ahí se fue, camino de Londres, en busca de fortuna. Como está probado, le gustaba el teatro. Empezó por colocarse como vigilante de caballos en la puerta de un teatro, después se metió entre los actores, consiguió ser uno de ellos, frecuentó el mundo, afiló sus palabras en contacto con las calles y el pueblo, tuvo acceso al palacio de la reina, acabó siendo Shakespeare.


¿Y Judith? Bueno, Judith no iría a la escuela. Y nadie lee latín sin saber al menos las declinaciones. A veces, como tenía tantos deseos de aprender, echaba mano a los libros de su hermano. Sus padres intervenían: le mandaban zurcir medias o vigilar el asado. No por maldad: la adoraban y querían que fuese una verdadera mujer. Llegó el momento de casarse. Ella no quería, soñaba con otros mundos. Su padre le pegó, vio las lágrimas de su madre. Luchando contra todo, pero con el mismo ímpetu que su hermano, ató su fardel y huyó a Londres. A Judith también le gustaba el teatro. Paró en la puerta de uno, dijo que quería trabajar con los artistas; hubo una carcajada general, todos imaginaron otra cosa. ¿Cómo podría conseguir comida? No podía seguir andando por las calles. Alguien, un hombre, sintió pena de ella. Poco después esperaba un hijo. Hasta que una noche de invierno se mató. “¿Quién”, dice Virginia Woolf, “podrá calcular el valor y la violencia de un corazón de poeta cuando está preso en el cuerpo de una mujer”?
Y así acaba la historia que no existió.


En: Donde se enseñará a ser feliz y otros escritos.