jueves, 30 de julio de 2015

MARITÉ SIMÓN/ DOS POEMAS

ESPERA EN LA ESTACION DE TREN
a una antigua estación con nombre de santo
llega el tren
deja ilusiones de amores vivos y promesas muertas

en las esperas interminables
el  verde del ligustro separa los sentimientos
y los pequeños copos de nubes  detrás del sol
anuncian la primavera

ella carga una mochila de sueños y ansiedad
sus ojos pasean por el puente, la galería, las vías

la lluvia postergadora no impedirá el reencuentro
ayer quedó una lágrima entre los durmientes
la pena mojó los ojos de ausencia

bajo el atardecer se anuncia una silueta
bailan descalzos dos corazones

la espera llegó a su fin



 MIRADAS
dos  pares de miradas
ven el camino
que los espera
para recorrer a dúo

abrazados         
de la mano
a paso lento       
corriendo

destellos de alegría
acompañan
rayitos de colores
iluminan

invasión de amor
en el camino largo
que ven
dos pares de miradas

 



lunes, 27 de julio de 2015

DOS TEXTOS DE ANTONIO CALI

EL TREN
El tren pasó tarde esta tarde y casi de largo, como si tuviera miedo a perder la vida.
Su calendario es siempre el mismo, fechas y horarios justos.
A veces parece un comensal de tiempos y distancias subido a esa mesa de metales paralelos.
Nunca se sabe quién lo conduce, tampoco quiénes viajan, ni siquiera si son buenos o malos.
Abre sus pequeñas bocas laterales y come y digiere hombres y mujeres a la vez, sin importar su edad.
El tren se mete en el tiempo, recta y curvamente, el mismo tiempo que tardan en regresar las estaciones del año, el mismo tiempo que ve nacer y morir personas.
El tren se alimenta de tiempo, de personas en los andenes, de los suicidas que no pueden más con el tiempo y la vida.
A veces, tengo la sensación de que el tren se ríe, otras que llora y otras que parece cansado.
Hay trenes vacíos en algún lugar del mundo.
Me dan pena los trenes vacíos, solos, aburridos, sucios, abandonados al sol y a la lluvia, a los yuyos, al óxido mortal de sus bulones.
A veces pienso en los trenes y en la liviandad de los pájaros en cada movimiento.
Sé que hay trenes vacíos en algún lugar del mundo y no sé cómo ayudarlos.
 

LA SED

La sed es una navaja que corta los labios. La semilla cae al surco ya muerta. No llueve hace meses. La raíz necesita gritar su angustia pero nadie la escucha.
Ni siquiera sobrevivió el musgo o el clavel del aire.
El almanaque, esa especie de reloj de papel, indica que es la temporada de la lluvia, pero no llueve, no llueve hace meses.
La luz monocorde del sol en este silencio. Apenas unas pocas sombras demasiado delgadas de algunas plantas. Llegará el hambre en cualquier momento.
Otro se acerca y comenta que alguien encontró una osamenta con un poco de carne.
Mientras tanto duele la sed y las lenguas parecen astilladas. Algunas mujeres ya no tienen leche y sus hijos lloran día y noche. La infancia es una ilusión, la vida también.
Nosotros, aquí, casi desnudos, parecemos insectos afiebrados.

Ya ni saliva tenemos. Estamos secándonos de a poco.

domingo, 12 de julio de 2015

ANAMARÍA SERRA/ "FLOR DE INVERNADERO"

Me contaron que compartió el nacimiento con una hermana gemela que solamente sobrevivió unas pocas horas. Por eso fue hija única; mimada y protegida como capullo de orquídea en un invernáculo durante toda su vida, o por lo menos, hasta que sus padres emitieron el último aliento.
Cuando conoció a Efraín, toda la familia lo aceptó inmediatamente. Y él se unió a esa red de cuidados amorosos, siempre al pie del cañón en los mínimos detalles. Alguna prima criticona se reía porque en ese matrimonio Efraín cumplía los dos roles; además del trabajo de oficina, limpiaba la casa, cocinaba y hasta lavaba la ropa interior de su adorada mujercita.
Mi capullito, le decía, y ella dejaba que él la adorara con sumisión, como una reina que acepta el besamanos de su lacayo.
Pero en toda historia siempre hay un pero… Uno de tantos días en que Capullito había salido para hacer el clásico recorrido de peluquería-masajista-manicura-shopping con compra de ropa, zapatos y cartera de marca exclusiva, le pareció ver a través de la vidriera de un café a Efraín, quien conversaba animadamente con una señora. Al instante descartó esa impresión, ya que él debería estar haciendo un corretaje extra que cumplía luego de la oficina, para solventar la holgada vida que llevaban.
Sin embargo, cuando su marido volvió muy entrada la noche, rozando apenas el piso con sus pies descalzos para no despertarla, supo  que algo pasaba; su intuición le reveló que esta vez no venía de una jornada de balance bancario. El arqueo del capital de esa relación desigual finalmente se le había revelado al tierno Efraín.
Comprendió que su eterno adorador se había esfumado, vio en su lugar un hombre agobiado y temeroso. Efraín se había cansado de quererla, Capullo se había abierto hacía rato en una flor carnívora que devoraba la energía de sus seres queridos. Qué te pasa, le preguntó sin ni siquiera abrir los ojos.

La respuesta de él no llegó con excusas. Vio sin inmutarse que con parsimonia y prolijidad metía sus ropas –muy pocas- en una valija, le daba un beso en la frente y le prometía que le enviaría todos los meses lo suficiente para una vida cómoda, aunque igualmente le aconsejaba que se buscara un trabajo, quizá como entretenimiento, quizá para aprender a vivir.


 

martes, 7 de julio de 2015

ANA MARÍA SERRA/ "LA RÉPLICA"

quería huir de sus miedos
se compró una máscara
alegre      llamativa   
con brillitos en los pómulos

sostuvo un viaje interminable
seguida por fantasmas
acechados contra su médula
como acero filoso

se ocultó en baúles
que atravesaban el mar
y en el bosque milenario
detrás de árboles añosos mecidos por el viento

los espiaba a través de la mirilla
de sus pestañas postizas

un día se cansó
se quitó el disfraz
el espejo la reveló en su íntima imagen

los viejos temores escaparon
con muecas de espanto