domingo, 22 de febrero de 2015

ANA MARÍA SERRA/ DOS POEMAS CON CUATRO PALABRAS COMUNES

LA LLUVIA
una mansa cortina de lluvia
tiñe tu rostro de melancolía
mientras caminás por esa calle desierta
con rumbo conocido

al llegar hasta la puerta
el escalón detiene tu mente
que busca una excusa
para no seguir

pero tu mano indecisa
impulsa la llave por la ranura

un envión vacilante de tu cuerpo
te meterá dentro del cuarto

no querrás revisar los cajones
ni abrir placares   ni hurgar bolsillos

las cucarachas invaden los ambientes 
donde hace mucho reinó la alegría


vos
te darás vuelta
y te irás bajo la suave lluvia
sin mirar atrás.


EL CERROJO
con candado mejor
bien cerrado
sin ninguna ranura que filtre
la vista de ese escalón
por el que baja la cucaracha

de la melancolía
 Palabras: melancolía. ranura. escalón. cucaracha

miércoles, 18 de febrero de 2015

ANA MARÍA SERRA/ "LA RUPTURA"



como un lúgubre pasillo desplegaste

la soledad ante mis ojos

en la  mañana de invierno



 yo sentí la distancia

-astilla que desgarra sin parámetro-

pero mi orgullo fue más


y dejé que tu figura se eclipsara

mientras hojeaba indiferente


una revista de modas.

domingo, 8 de febrero de 2015

ANA MARÍA SERRA/ TRES PEQUEÑOS TEXTOS



Un peine    un peine gigante sobre una cama diminuta

Una brocha de afeitar  una brocha enorme

sobre el techo  de un pequeño ropero antiguo

Un jabón de tocador    rosado   enorme   ovalado

cuyo reflejo abulta los espejos del roperito de juguete

Una copa de cristal  

una copa de cristal azul  imponente   majestuosa

apoyada sobre frágiles pero adustas alfombritas

allí descansa un fósforo ciclópeo


no lo enciendas  por favor

no  enciendas ese fósforo descomunal

nuestro refugio

como un cuarto de juguete arderá

a pesar de las nubes


se agigantaron las cosas

se empequeñeció nuestra vida



Allá, en el horizonte   sobre la rama más alta    aquella que 

brilla como fuego por el sol del mediodía,  se  sostiene.   Atento 

vigía   custodio del sofoco,  sus ojos protectores acechan el 

peligro    

Alto,  muy alto, confundido entre las nubes que juegan a 

ocultarlo, ladea su cabeza a la escucha de secretos.  Hábil 

patrullador, se deshace de pantallas; cabeza abajo, se esconde 

entre el follaje -colorido teatro de ocultamientos-   y continúa 

su guarda

La noche gana la escena.  Faro luminoso,  la luna blanca es su 

socia en la custodia. Aquí y allá, sobre la enramada o 

parapetado detrás de un árbol, nunca interrumpirá su tarea.


 Ahí están… Y para qué. Demasiadas horas hundidas, 

malgastadas. Los relojes,  cristales de los ojos, de los cuerpos, 

de las apariencias, espejos que reflejan los despojos del tiempo 

implacable.


Como trapos secándose después de la tormenta, yacen 

desparramados sobre los muebles, tendidos sobre el árbol 

mustio y vacío de verde vida, revolcados en el piso como 

montura de un animal monstruoso que murió luego de una 

cabalgata frenética, sin rumbo ni horizonte. 

Pero…quién sabe…

Tal vez queda un resto de tiempo para que los trapos 

recuperen su lozanía, al árbol le renazcan hojas tiernas y el 

monstruoso muerto reviva en corcel brioso que marche hacia 

su anhelo y no tema a las piedras del camino.


Otra oportunidad.