lunes, 28 de julio de 2014

ANA MARÍA SERRA/PASADO Y PRESENTE: APUNTES SOBRE DOS ESCRITORES ARGENTINOS.

LA CAUTIVA Y EL MATADERO, DE ESTEBAN ECHEVERRÍA.  LOS CAUTIVOS, DE MARTÍN KOHAN
Según el concepto literario de “Intertextualidad”, todo texto remite a otros textos. A partir de esta noción, se borra la idea de originalidad y se reconoce la literatura de los orígenes. Algunos autores contemporáneos, en una vuelta de tuerca, retoman esos viejos textos como inspiradores de su producción.
Esteban Echeverría es una figura clave para la literatura nacional; fue el introductor del Romanticismo, movimiento que revolucionó la escritura al sentar como una de sus bases la libertad de creación. Los escritores que adhirieron a esa propuesta incorporaron temas locales y fueron los precursores de una producción realista y crítica. Por ello Echeverría ha sido considerado el iniciador de la literatura nacional moderna.
Martín Kohan es un escritor argentino que bucea en nuestra historia y rescata, como en este caso, una figura no suficientemente valorada, por lo que el lector, luego de leer su novela, siente la necesidad de revisar aquellos textos olvidados.
La Cautiva fue publicada en 1837. Además de consagrar la implantación del Romanticismo y de incorporar el paisaje argentino a la gran literatura, dio comienzo a la “gauchesca culta”, género utilizado por los escritores de esa época para expresar ideas polémicas contemporáneas. El gran protagonista del extenso poema es el paisaje: la pampa, zona de indios, y a la que Echeverría denomina “el desierto”. Hay una especie de relación cósmica entre el paisaje y los personajes de la trágica historia que transcurre en una época indefinida pero posterior a la independencia.
Martín Kohan en su novela Los Cautivos ya parte de la apropiación del título, si bien lo anota en plural y en género masculino, aunque abarcador para mujeres y hombres. El lugar no está especificado y el lector irá siendo orientado por indicios de la historia que la  zona es la provincia de Buenos Aires. Más tarde, en la segunda parte, se aclara que los hechos se desenvuelven en territorio aledaño a Luján, que en época de Echeverría era asolado por los malones.
El argumento de La Cautiva presenta a un soldado –Brian- que junto a su esposa María es tomado prisionero por los indios, no obstante ella logra escapar y también rescatar a su marido. La pareja huye en medio de un horrible festín de los salvajes; Brian está herido y María afronta en el desierto todos los riesgos para salvarlo. Finalmente él muere y ella sigue su travesía hacia la zona de blancos en busca de su hijito, pero los soldados que la rescatan le informan que el niño ha muerto, por lo que María no resiste semejante golpe y muere.
En Los Cautivos, un grupo de gauchos vive en condiciones infrahumanas, que poco los diferencia de los animales. Carecen de las nociones de tiempo y de espacio, desconocen los códigos de la moralidad, el incesto es una práctica cotidiana; solamente responden con  ciega mansedumbre a la autoridad del patrón de la estancia, una figura ausente físicamente pero presente por haber generado el temor reverencial en sus peones. Ellos necesitan saber que el patrón va cada tanto a la estancia porque su presencia es venerada como la de un dios. Son criaturas cautivas de su vida miserable y de su incultura.
El único personaje que logra salir de ese estado de animalización es Luciana Maure, una joven que ingresa misteriosamente en la casa del patrón y se convierte en la amante de Echeverría – a quien el narrador transforma en un personaje casi invisible y no devela su identidad sino muy avanzada la narración- El poeta está allí presumiblemente escribiendo una de sus mejores obras, El Matadero, aunque Luciana dice que lo que escribe es “un poema”, artilugio de Kohan para ensamblar su ficción con La Cautiva. Se dan pequeñas pistas acerca de Echeverría, la más importante es la transformación de Luciana, no solamente por el acercamiento físico, sino porque gracias al escritor, ella aprende a leer y a escribir y de esta manera se transforma en un ser humano con decisiones libres.
Luciana Maure es en cierto sentido la contraparte de la María de Echeverría, heroína ligada a la existencia por el amor, esposa y madre, pura e intachable, protectora, asexuada, capaz de encontrar una fuerza sobrehumana a través del sentimiento más sublime concentrado en su interior y que la impulsa a la acción. Luciana comienza como el resto del gauchaje, como un animalito más que soporta aburrida el asedio sexual a que la somete su padre de manera cotidiana; pero a partir de su entrada en la casona de la estancia – que representa la “civilización”- la joven se convierte en una mujer sensible y capaz de pensar. Y luego, cuando su amante debe huir al exilio (Colonia, Uruguay), no duda en seguirlo en una travesía que de alguna manera recuerda la de María en el desierto, en la que también pone en riesgo su vida y se enfrenta a las condiciones más duras con tal de cumplir su objetivo, encontrar a Echeverría.
 Si bien no logrará reunirse con él, en una noche compartirá con otra mujer, Estela Bianco -la otra cara de la misma moneda-  una entrega imaginaria del cuerpo de Echeverría. Hay una coincidencia entre este personaje femenino y el de La Cautiva: son mujeres fuertes por el amor.
En el poema de Echeverría, Brian representa la contraparte de María: es el “héroe cansado”, pasivo, con una idea matriarcal de las relaciones, expresa sus reservas morales hacia su mujer porque ésta ha sido ultrajada por los indios: María, soy infelice/ ya no eres digna de mí/ del salvaje la torpeza/ de tu honor y mancillado/ tu cuerpo santificado/ por mi cariño y tu amor… Para los románticos la mujer era el nexo entre la naturaleza y la divinidad.
En cuanto al personaje masculino de Los Cautivos, el propio Echeverría, Kohan ficcionaliza al escritor romántico pero el lector, nunca “lo ve”, como tampoco pueden hacerlo los gauchos que viven con Luciana. Es casi un fantasma, un personaje que se forma a través de las alusiones del narrador, que en la segunda parte apela a los datos de la realidad histórica para terminar su conformación.
Hay, además, una relación entre Los Cautivos y El Matadero, texto escrito entre 1838 y 1840 y publicado después de la muerte del autor, en 1871, por Juan María Gutiérrez. Texto extraordinariamente moderno, escrito con un lenguaje realista muy fuerte, cuando el realismo recién comenzaba en Europa. Un cuadro de costumbres que profundiza con ironías y se continúa con una denuncia social a través de un planteamiento estético. Si en La Cautiva  hay un esbozo de crítica hacia Rosas porque a pesar de la campaña al desierto el indio sigue representando una terrible amenaza y de allí puede inferirse la oposición “civilización-barbarie” -María y Brian/indios-, en El Matadero hay una puesta ideológica sobre el rosismo:  Buenos Aires “es” el matadero, donde suceden permanentemente episodios violentos, dominio de “la barbarie” y donde el unitario no tiene cabida, ya que el joven que se atreve a enfrentarlos termina siendo ultrajado y muere antes de ser sometido a torturas, en un ataque de indignación.
Hay en este texto una marcada presencia del autor a través de la voz narrativa, ya sea en expresiones o afirmaciones en las que se utiliza la ironía y los personajes tienen una dimensión simbólica. Según Juan Carlos Ghiano, son las limitaciones que tuvieron los escritores argentinos de la primera mitad del siglo XIX por su confusa concepción del cuento. Pero Kohan aprovecha esa “confusión” y en su novela aparece un narrador letrado y con vocación didáctica, marcadamente irónico, que realiza comentarios en los que resalta la animalidad y la imposibilidad de progreso de los paisanos.
En El Matadero aparecen dos mundos enfrentados: el de los carniceros y demás personajes del lugar, símbolo del federalismo rosista y el mundo refinado y ultrajado, cuyo arquetipo es el joven unitario. Esto se remarca no sólo en las descripciones y acciones de los personajes sino también en el tratamiento del lenguaje. Echeverría conoció muy bien ese ámbito porque a poco de regresar de Francia, cuando había iniciado su accionar contra Rosas desde el Salón Literario, se refugiaba en casa de su hermano en San Telmo, ubicado cerca de El Matadero del Alto, prácticamente en los límites del Buenos Aires de ese entonces y donde actualmente es la zona de Barracas.
En Los Cautivos, el narrador no ahorra un lenguaje escatológico y por momentos repugnante para un lector común, salpicado con tintes de humor disparatado, al estilo de César Aira, aunque éste nunca bordea esos extremos.
A partir de la llegada del joven unitario en El Matadero, el lenguaje en el relato se vuelve elocuente y solemne. La simpatía del narrador por el mundo del unitario es evidente. Echeverría se mimetiza con él, aunque esto no debe verse como una adhesión a la política unitaria, pues el autor siempre se distinguió de ésta a través de su accionar y de sus textos doctrinarios. En la novela Los Cautivos, el Echeverría-personaje puede equipararse al unitario de El Matadero, aunque el de Kohan logra escapar de la persecución rosista, y al final de la historia se nos cuenta que terminó sus días de una manera típicamente romántica.

Es revelador, además, cómo en el texto de Echeverría se muestra la imposibilidad de una síntesis superadora de la dicotomía “civilización-barbarie”  a la que sí se llega en la novela de Martín Kohan a través de la figura de Luciana: ella pudo dejar la animalidad y lograr ser una persona.

martes, 22 de julio de 2014

ANA MARÍA SERRA/ FRAGMENTO DEL LIBRO "LABERINTO DE FICCIONES"-HOMENAJE A MANUEL PUIG

LA TRAICIÓN DE RITA HAYWORTH,  de MANUEL PUIG

Es su opera prima y la que marca el rumbo de su escritura posterior. Es la que devela su interior y el cerco de prejuicios que sentirá sobre él durante toda su vida, a pesar de sus escapes y de haber encontrado en la literatura un medio para hacer salir a flote las napas más profundas de su personalidad.
Novela cargada de múltiples sentidos, cuyas realidades, infinitas, ambiguas y simultáneas, en apariencia banales y cotidianas, funcionan como apertura hacia algo más intenso.
El tiempo de la novela es circular: comienza en 1933, cuando Toto es un bebé, y avanza cronológicamente, hasta 1948, para volver, en el último capítulo, con la carta de Berto a su hermano, a 1933.
Las conciencias autónomas de los personajes producen una multiplicidad de puntos de vista sobre el mundo exterior; pluralidad y polifonía que contribuyen a generar un gran diálogo inconcluso del cual el lector recogerá los rastros para conformar su interpretación. Y deberá aceptar que como en todo texto, en el fondo, queda siempre un rastro de ilegibilidad.[1] El lector construye, destruye, elabora y reelabora el sentido de manera constante.
Es un texto que rompe con todas las estructuras propias de la novela moderna, en donde el sujeto se conoce a sí mismo y es homogéneo y racional. Aquí, en cambio, los personajes son, ante todo, heterogéneos y contradictorios, divididos y conflictuados. Esta característica se repetirá en sus posteriores novelas.
[…]
En la narración, la constante alusión autobiográfica se plasma en un discurso que diluye las fronteras entre realidad y ficción.
Como se mencionó anteriormente, el lector debe reconstruir a través de una visión fragmentada, el perfil psicológico de los personajes, y, sobre todo, a través de la problemática concerniente a la sexualidad, con toda la carga de ambigüedad en el caso del protagonista, Toto.
Las múltiples voces que hilvanan la historia y la carta final (que retrotrae a los primeros años), todos elementos que conforman situaciones cotidianas de la pequeña burguesía, afirman el carácter posmoderno en cuanto a negación de lo trascendente, de los “grandes temas”.
El lector asiste a esa visión indeterminada y vacía, sentida con nostalgia[2] -pero también con una perspectiva pragmática-, que presenta una realidad vivida sin idealizaciones




[1]Roland Barthes, El susurro del lenguaje, Barcelona-Buenos Aires México, Ediciones Paidós.
[2] Cf., Cristina Piña, La narrativa en la posmodernidad.




domingo, 20 de julio de 2014

MARITE SIMÓN/ AMOR EN EL LAGO




Corrían los primeros años del siglo XX. Olivia García del Campo pertenecía a una de las familias más adineradas de la zona. Tenían chacras con plantaciones de manzanas para exportación.
Mantenía una relación amorosa clandestina con uno de los peones de la chacra. Sus encuentros eran a la hora de la siesta.
En esa tarde programada el sol decidió no acompañarlos. El plan lo incluía. Irían a ese lugar de la costa isleña descubierto en un día de paseo en el barco familiar conducido por Él.
El cielo les adelantaba con su tronar de tambores, el difícil camino a recorrer.
Dejarían un rastro sobre el azul del lago, que sólo ellos podrían divisar. A pesar del clima. A pesar del pequeño oleaje. Regresarían con el impulso del amor consumado. Oliendo a piratas. Dos corazones danzando. Cuatro ojos en revolución de miradas dentro de los pensamientos.
El baile del agua y el bote acariciaban esa tarde soñada. El amor los invitaba a correr por la isla.
Como sábanas de seda, los juncos y la arena sostenían cada impulso. Un lecho con olor a eucaliptus. El reposo de dos cuerpos sobre un continente agreste. La paz del lugar los erotizó y el silencio absoluto les cantó su mejor melodía.
Cerró sus ojos la tarde gris. También los deseos lúdicos.
No sabían que su cita la propuso la muerte. Se perdieron en su propio amor. Una burla siniestra no les dejó mirarse en un espejo. Encontrarse con el otro.
Bajaron los nubarrones. La lluvia y el viento hicieron lo suyo.
Un año después, en otra playa lejana, alguien encontró despojos de un vestido blanco y un sombrero de rafia enredado en su cintura.

Marité Simón ©

jueves, 17 de julio de 2014

ANA MARÍA SERRA/ "LA ESPERA"


espera en la mañana
con pétalos de rosas que corren por sus venas
cocina una canción sazonada de vientos
y baila con las nubes
 
espera por la tarde
y extiende mariposas con círculos rojizos
la bruma del ocaso es gasa perfumada
ella teje un entramado de sales y de sol
 
espera en la noche
y prueba un elixir de estrellas y rocío
inventa un plumero de ilusiones
quiere poner en orden el universo

entonces ve su caos de canciones quemadas
las estrellas se opacan  entre brisas con tiznes
y un hueco en la trama dejó colar la lluvia
 
se rinde ante su sino de deshechos quehaceres

esperar  es su vida

                          De: a las tres de la tarde (2010)






martes, 8 de julio de 2014

JORGE LUIS BORGES/ "ELEGÍA"



Sin que nadie lo sepa, ni el espejo,
ha llorado unas lágrimas humanas.
No puede sospechar que conmemoran
todas las cosas que merecen lágrimas:
la hermosura de Helena, que no ha visto,
el río irreparable de los años,
la mano de Jesús en el madero
de Roma, la ceniza de Cartago,
el ruiseñor del húngaro y del persa,
la breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de marfil y de música Virgilio,
que cantó los trabajos de la espada,
las configuraciones de las nubes
de cada nuevo y singular ocaso
y la mañana que será la tarde.   
Del otro lado de la puerta un hombre
hecho de soledad, de amor, de tiempo,
acaba de llorar en Buenos Aires

todas las cosas.