LA CAUTIVA Y
EL MATADERO, DE ESTEBAN ECHEVERRÍA. LOS CAUTIVOS, DE MARTÍN KOHAN
Según el
concepto literario de “Intertextualidad”, todo texto remite a otros textos. A
partir de esta noción, se borra la idea de originalidad y se reconoce la
literatura de los orígenes. Algunos autores contemporáneos, en una vuelta de
tuerca, retoman esos viejos textos como inspiradores de su producción.
Esteban Echeverría
es una figura clave para la literatura nacional; fue el introductor del
Romanticismo, movimiento que revolucionó la escritura al sentar como una de sus
bases la libertad de creación. Los escritores que adhirieron a esa propuesta incorporaron
temas locales y fueron los precursores de una producción realista y crítica. Por
ello Echeverría ha sido considerado el iniciador de la literatura nacional
moderna.
Martín Kohan
es un escritor argentino que bucea en nuestra historia y rescata, como en este
caso, una figura no suficientemente valorada, por lo que el lector, luego de
leer su novela, siente la necesidad de revisar aquellos textos olvidados.
La Cautiva fue publicada en 1837. Además de
consagrar la implantación del Romanticismo y de incorporar el paisaje argentino
a la gran literatura, dio comienzo a la “gauchesca culta”, género utilizado por
los escritores de esa época para expresar ideas polémicas contemporáneas. El gran
protagonista del extenso poema es el paisaje: la pampa, zona de indios, y a la
que Echeverría denomina “el desierto”. Hay una especie de relación cósmica
entre el paisaje y los personajes de la trágica historia que transcurre en una
época indefinida pero posterior a la independencia.
Martín Kohan
en su novela Los Cautivos ya parte de
la apropiación del título, si bien lo anota en plural y en género masculino,
aunque abarcador para mujeres y hombres. El lugar no está especificado y el
lector irá siendo orientado por indicios de la historia que la zona es la provincia de Buenos Aires. Más
tarde, en la segunda parte, se aclara que los hechos se desenvuelven en
territorio aledaño a Luján, que en época de Echeverría era asolado por los
malones.
El argumento
de La Cautiva presenta a un soldado
–Brian- que junto a su esposa María es tomado prisionero por los indios, no
obstante ella logra escapar y también rescatar a su marido. La pareja huye en
medio de un horrible festín de los salvajes; Brian está herido y María afronta
en el desierto todos los riesgos para salvarlo. Finalmente él muere y ella
sigue su travesía hacia la zona de blancos en busca de su hijito, pero los
soldados que la rescatan le informan que el niño ha muerto, por lo que María no
resiste semejante golpe y muere.
En Los Cautivos, un grupo de gauchos vive
en condiciones infrahumanas, que poco los diferencia de los animales. Carecen
de las nociones de tiempo y de espacio, desconocen los códigos de la moralidad,
el incesto es una práctica cotidiana; solamente responden con ciega mansedumbre a la autoridad del patrón
de la estancia, una figura ausente físicamente pero presente por haber generado
el temor reverencial en sus peones. Ellos necesitan saber que el patrón va cada
tanto a la estancia porque su presencia es venerada como la de un dios. Son
criaturas cautivas de su vida miserable y de su incultura.
El único
personaje que logra salir de ese estado de animalización es Luciana Maure, una
joven que ingresa misteriosamente en la casa del patrón y se convierte en la
amante de Echeverría – a quien el narrador transforma en un personaje casi
invisible y no devela su identidad sino muy avanzada la narración- El poeta
está allí presumiblemente escribiendo una de sus mejores obras, El Matadero, aunque Luciana dice que lo
que escribe es “un poema”, artilugio de Kohan para ensamblar su ficción con La Cautiva. Se dan pequeñas pistas
acerca de Echeverría, la más importante es la transformación de Luciana, no
solamente por el acercamiento físico, sino porque gracias al escritor, ella
aprende a leer y a escribir y de esta manera se transforma en un ser humano con
decisiones libres.
Luciana
Maure es en cierto sentido la contraparte de la María de Echeverría, heroína
ligada a la existencia por el amor, esposa y madre, pura e intachable,
protectora, asexuada, capaz de encontrar una fuerza sobrehumana a través del
sentimiento más sublime concentrado en su interior y que la impulsa a la acción.
Luciana comienza como el resto del gauchaje, como un animalito más que soporta
aburrida el asedio sexual a que la somete su padre de manera cotidiana; pero a
partir de su entrada en la casona de la estancia – que representa la
“civilización”- la joven se convierte en una mujer sensible y capaz de pensar.
Y luego, cuando su amante debe huir al exilio (Colonia, Uruguay), no duda en
seguirlo en una travesía que de alguna manera recuerda la de María en el
desierto, en la que también pone en riesgo su vida y se enfrenta a las
condiciones más duras con tal de cumplir su objetivo, encontrar a Echeverría.
Si bien no logrará reunirse con él, en una
noche compartirá con otra mujer, Estela Bianco -la otra cara de la misma moneda-
una entrega imaginaria del cuerpo de
Echeverría. Hay una coincidencia entre este personaje femenino y el de La Cautiva: son mujeres fuertes por el
amor.
En el poema
de Echeverría, Brian representa la contraparte de María: es el “héroe cansado”,
pasivo, con una idea matriarcal de las relaciones, expresa sus reservas morales
hacia su mujer porque ésta ha sido ultrajada por los indios: María, soy infelice/ ya no eres digna de mí/
del salvaje la torpeza/ de tu honor y mancillado/ tu cuerpo santificado/ por mi
cariño y tu amor… Para los románticos la mujer era el nexo entre la
naturaleza y la divinidad.
En cuanto al
personaje masculino de Los Cautivos,
el propio Echeverría, Kohan ficcionaliza al escritor romántico pero el lector,
nunca “lo ve”, como tampoco pueden hacerlo los gauchos que viven con Luciana.
Es casi un fantasma, un personaje que se forma a través de las alusiones del narrador,
que en la segunda parte apela a los datos de la realidad histórica para
terminar su conformación.
Hay, además,
una relación entre Los Cautivos y El Matadero, texto escrito entre 1838 y
1840 y publicado después de la muerte del autor, en 1871, por Juan María
Gutiérrez. Texto extraordinariamente moderno, escrito con un lenguaje realista
muy fuerte, cuando el realismo recién comenzaba en Europa. Un cuadro de
costumbres que profundiza con ironías y se continúa con una denuncia social a
través de un planteamiento estético. Si en La
Cautiva hay un esbozo de crítica
hacia Rosas porque a pesar de la campaña al desierto el indio sigue
representando una terrible amenaza y de allí puede inferirse la oposición
“civilización-barbarie” -María y Brian/indios-, en El Matadero hay una puesta ideológica sobre el rosismo: Buenos Aires “es” el matadero, donde suceden permanentemente episodios
violentos, dominio de “la barbarie” y donde el unitario no tiene cabida, ya que
el joven que se atreve a enfrentarlos termina siendo ultrajado y muere antes de
ser sometido a torturas, en un ataque de indignación.
Hay en este
texto una marcada presencia del autor a través de la voz narrativa, ya sea en
expresiones o afirmaciones en las que se utiliza la ironía y los personajes
tienen una dimensión simbólica. Según Juan Carlos Ghiano, son las limitaciones
que tuvieron los escritores argentinos de la primera mitad del siglo XIX por su
confusa concepción del cuento. Pero Kohan aprovecha esa “confusión” y en su
novela aparece un narrador letrado y con vocación didáctica, marcadamente irónico,
que realiza comentarios en los que resalta la animalidad y la imposibilidad de
progreso de los paisanos.
En El Matadero aparecen dos mundos
enfrentados: el de los carniceros y demás personajes del lugar, símbolo del
federalismo rosista y el mundo refinado y ultrajado, cuyo arquetipo es el joven
unitario. Esto se remarca no sólo en las descripciones y acciones de los
personajes sino también en el tratamiento del lenguaje. Echeverría conoció muy
bien ese ámbito porque a poco de regresar de Francia, cuando había iniciado su
accionar contra Rosas desde el Salón Literario, se refugiaba en casa de su
hermano en San Telmo, ubicado cerca de El Matadero del Alto, prácticamente en
los límites del Buenos Aires de ese entonces y donde actualmente es la zona de Barracas.
En Los Cautivos, el narrador no ahorra un
lenguaje escatológico y por momentos repugnante para un lector común, salpicado
con tintes de humor disparatado, al estilo de César Aira, aunque éste nunca bordea
esos extremos.
A partir de
la llegada del joven unitario en El Matadero,
el lenguaje en el relato se vuelve elocuente y solemne. La simpatía del
narrador por el mundo del unitario es evidente. Echeverría se mimetiza con él,
aunque esto no debe verse como una adhesión a la política unitaria, pues el
autor siempre se distinguió de ésta a través de su accionar y de sus textos
doctrinarios. En la novela Los Cautivos,
el Echeverría-personaje puede equipararse al unitario de El Matadero, aunque el de Kohan logra escapar de la persecución
rosista, y al final de la historia se nos cuenta que terminó sus días de una
manera típicamente romántica.
Es
revelador, además, cómo en el texto de Echeverría se muestra la imposibilidad
de una síntesis superadora de la dicotomía “civilización-barbarie” a la que sí se llega en la novela de Martín
Kohan a través de la figura de Luciana: ella pudo dejar la animalidad y lograr
ser una persona.
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