sábado, 10 de junio de 2023

ANAMARÍA SERRA// COMENTARIO SOBRE UNA NOVELA DE NAGAI KAFU

 


El más libertino de los escritores japoneses y el mejor escritor de los libertinos japoneses, así define Carlos Rubio a Nagai Kafu.

Comenta que su genialidad radica en el lirismo evocador del Japón que desaparecerá hacia 1930 y en su “extraordinario sentido de la estructura narrativa”.

La identidad de su obra literaria se basa en una prosa ligera, propia del Japón premoderno, en su admiración por la literatura francesa y por el Tokio del pasado.

Supo combinar de manera genial pasado y futuro, Confucio y Maupassant, Oriente y Occidente, y situar sus historias en los bajos fondos de Tokio durante las primeras décadas del siglo XX.

Un extranjero en su propio país, a su regreso de la experiencia vivida en Estados Unidos y en Paris, sabrá aportar universalidad a su obra, será un cronista lírico e imparcial de la vida en las callejuelas de Tokio, donde se desdibujaba y se hundía en medio del fragor de la Modernidad japonesa la cultura de Edo.

 

Las dos novelas que forman parte de este libro que lleva como título el de una de ellas[i], tienen como personajes fundamentales a dos prostitutas, sin bien en ambas también es muy importante la figura del intelectual escritor, fascinado por ese mundo y esos personajes.

El primero de ambos textos, Durante las lluvias, la protagonista es Kimie, una especie de versión femenina del escritor, según apunta Rubio. Una camarera o prostituta sin licencia, empleada en un café en donde los hombres de buena posición tienen citas amorosas con las empleadas. En la novela se comenta que en ese momento ya no hay diferenciación entre geishas y camareras, y también se destaca que Kimie no ejerce su oficio por apremios económicos o por una vida desdichada, sino por gusto.

La joven huyó de su pueblo para evitar un matrimonio que no le agradaba y llega a la gran ciudad para desempeñarse como oficinista, pero ese empleo la aburre y decide seguir los pasos de su amiga Kyoko.

Kimie había decidido ser libre, no atarse a ningún hombre y a la vez disfrutar de la vida sexual, prefería tener aventuras pasajeras, no importaba si su acompañante fuese joven o viejo, apuesto o feo y tampoco le interesaba el dinero, así no habría complicaciones.

La novela comienza con una somera descripción de la personalidad de Kimie, para pasar a resaltar que en ese momento de su vida (tiene diecinueve años), está preocupada por ciertas experiencias perturbadoras: el corte sorpresivo de una de las mangas de su kimono mientras caminaba con unas compañeras, la sustracción de una peineta engastada con perlas auténticas sin que ella lo notara, la aparición de un pequeño gato muerto en el armario de su habitación y de un artículo periodístico en una publicación de poca monta, donde se la mencionaba, resaltando que ella tenía tres lunares en su muslo izquierdo. 

Esto la alarmaba, ya que solamente dos caballeros conocían la existencia de esos lunares. Uno era un anciano con quien había mantenido relaciones antes de ser camarera, el otro, un escritor, Susumu Kiyoka, quien había aumentado su popularidad desde que ella lo conociera en la cafetería.

Kimie es un ser libre, ha elegido esa vida y está satisfecha con su elección. Cree que su relación con Kiyoka ha llegado a una meseta, por lo que espera que terminen como amigos. Es por ello que no duda en pasar una noche con el señor Yata.

Aunque Kiyoka no sabe esto, la descubre coqueteando con un señor mayor en la calle, y luego presencia el alegre encuentro entre la pareja con Kyoko, que ha cambiado su nombre por Kyoha.

Indignado, decide vengarse; aquí entonces queda al descubierto que quien tramó esas circunstancias que asustaron a Kimie, fue Kiyoka. Actuó como un amante despechado.

Pero Kimie no sospechará sobre él.

Este personaje, un intelectual que viene de una familia de intelectuales y que se ha separado de su esposa, la que a su vez está divorciada de su primer marido, tiene un comportamiento casi adolescente.

Su padre, un hombre con férreas costumbres tradicionales, ha llegado a apreciar a Tsuruku, su ex nuera, casi como a una hija. Ella es una mujer discreta, culta y afectuosa.

El narrador presenta los hechos, un observador que no juzga. De todos modos, lleva al lector a tomar partido por Kimie, su autenticidad, desprejuicio e inocencia. Cualidades de las que carece Kiyoka, ganado por los celos y tramando venganza.

Si bien el narrador por momentos se transforma en omnisciente, nunca abandona su objetividad.

Por eso la maestría con la que nos va descubriendo la obsesión de Kiyoka por Kimie, un sentimiento enfermo en el que, rencoroso, se vale de la ficción. Se podría afirmar que Kofü apela a lo que se denomina la técnica del “pliegue barroco” a través de su personaje. Efectivamente, Kiyoka recurre al ejemplo de una novela de Balzac para justificar una probable venganza que será deducida por la propia Kimie, su víctima.

A partir del momento en que la muchacha resulta herida, en una noche lluviosa y en un lugar desconocido, comprenderá el peligro ante el amante despechado; su vida despreocupada y libre se verá acotada y pensará de debe regresar a su pueblo.

Hacia el final de la novela, el encuentro con el “tío“ Kawashima, enfermo y sin posibilidad de recuperación, se revelará como un momento de ternura, donde una bondadosa Kimie se dejará llevar por la bebida y la necesidad de afecto.

El lector percibe que los tiempos están cambiando, la lluvia y la noche son el marco para la descripción desapasionada de un ambiente hostil y la toma de conciencia de la joven, que ya no podrá hacer lo que quiera con su vida, su futuro probable será rendirse ante el canon social de una muchacha común.

El título de la novela marca el quiebre entre la vida de Kimie y sumerge a Kiyoka en la oscuridad.

Si bien en los dos textos que conforman esta edición los protagonistas son prostitutas y escritores, en Durante las lluvias hay una mirada negativa hacia el intelectual atado a prejuicios, egoísta, vengativo e insatisfecho. Y una mirada nostálgica hacia la protagonista, que había decidido ser libre sin perjudicar a nadie, pero esto no fue posible.

 



[i] Nagai Kafu, Una extraña historia al este del río. Satori, 2012