Desde los
egipcios, la simbología ha sido la gran ciencia de la antigüedad. En Oriente ha
perdurado sin interrupción hasta ya entrado el siglo XX y en Occidente inspiró
todo el arte medieval y, en gran medida, el renacentista y barroco, hasta que
el descubrimiento del “Inconsciente” volvió a recuperar los símbolos en ámbitos
y maneras muy distintos.
Los sueños
son una de las fuentes principales del material simbólico. Desde la Antigüedad
se les prestó gran atención, distinguiéndose entre sueños ordinarios y
extraordinarios (por la persona, el valor de las imágenes oníricas y por las
circunstancias del sueño). Se creyó en la existencia de sueños premonitorios,
en una verdadera adivinación por medio del sueño, sea de hechos generales y
lejanos, o de hechos concretos e inmediatos. Los mejores ejemplos están en la
Biblia: los sueños de José (Gn 37, 5-11).
El interés
por los sueños ha llevado a codificar repertorios de significados, en “diccionarios de los sueños” de escaso o nulo
valor místico y científico, aunque pueden contener datos verdaderos por
tradición o información. Desde Freud, la interpretación simbólica de sueños ha
constituido una de las vías mayores del psicoanálisis (de series de sueños
mejor que de sueños aislados aun importantes). Por su concreto simbolismo,
relacionado con un tema esencial en la tradición, como el de la escalera, se toma como ejemplo el
sueño que tuvo una mártir poco antes de ser puesta ante la prueba suprema,
siendo frecuente que los cristianos presos por su religión tuvieran sueños
netamente simbólicos o premonitorios: “Rogué, en efecto, y he aquí lo que me
fue mostrado: una escalera de oro, de gran altura, subía hasta el cielo,
escalera estrecha que se podía subir sólo uno a uno; a cada lado de ella había
todo género de objetos de acero: espadas, lanzas, garfios, cuchillos…Bajo la
escalera estaba un gran dragón dispuesto a acometer a quienes quisieran subir…”
(Diario de Santa Perpetua, documento
del año 203)
Según Jung,
el sueño, “antes era estimado como un mensajero del destino, como un
amonestador y consolador, como un enviado de los dioses. Actualmente lo
utilizamos como un heraldo de lo inconsciente, que nos descubre los secretos
ocultos a la conciencia, y por cierto cumple su cometido con asombrosa
perfección. (…) Lo que el conflicto tiene de penoso, de insoluble, está, según
opinión de Freud, tan escondido o desleído en el sueño, que éste puede
considerarse como el cumplimiento del deseo. Sin embargo, hay que añadir que
los deseos cumplidos en sueños no son los deseos conscientemente nuestros, sino
aquellos que muchas veces se les oponen diametralmente.”
Jung también
señala que aparentemente el sueño se ocupa muchas veces de detalles sin
importancia o tal vez resulta tan incomprensible que genera cierta resistencia
a “desenredar la revuelta madeja con paciente trabajo”. Pero cuando se logra
penetrar en el verdadero sentido del sueño se descubre que aun el que parece
más disparatado tiene “un alto sentido y en realidad se refiere a cosas extraordinariamente
importantes y serias del alma”. Su conclusión: dejar de considerar como
superstición el sentido de los sueños y valorar ese tema que “las corrientes
racionalistas de nuestra época habían reducido a polvo”, ya que como dice
Freud, “el análisis del sueño es el camino real que conduce a lo inconsciente”.
Bibliografía:
Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de
símbolos, Ed. Siruela.
Jung, Karl Gustav, Lo inconsciente, Ed. Losada.
ME ENCANTÓ. Y ME GUSTAN MUCHO LAS IMÁGENES QUE ACOMPAÑAN LOS TEXTOS
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