Los mitos
revelan el fondo psíquico de las sociedades que los produjeron, y así como los
sueños pueden interpretarse como la revelación del inconsciente del soñador,
los mitos dan sentido a la psique del grupo que los elaboró.
Cuando se
quiere destacar que la totalidad originaria, en donde entran las categorías de
masculino y femenino, la que contiene el nacimiento de todas las cosas, en las
etapas arcaicas se le da el nombre de MADRE.
Los mitos
registran en forma simbólica las etapas de la lucha emprendida por el hombre
para superar las tinieblas de lo inconsciente, y esos símbolos son imágenes
arquetípicas de determinado tipo de conducta.
Es por eso
que a partir de los mitos se ha formado el arquetipo del héroe: un hombre que
–para la tradición grecolatina- es un semidiós, hijo de un dios y un mortal,
quien deberá inexorablemente cumplir su destino para merecer llamarse como tal.
Y ese trayecto estará jalonado por innumerables escollos que tendrá la obligación de sortear.
Jung dice
que el más egregio de los símbolos de la libido es la figura humana como héroe,
objeto de mitos, leyendas y relatos tradicionales. Y también que en el destino
del héroe coinciden los histórico y lo simbólico.
Tal
trayectoria será cumplida solamente por el héroe épico, ya que el héroe trágico
morirá antes de finalizarla. Pero recordemos que el fin primordial del héroe es
vencerse a sí mismo, lo cual lleva a preguntarnos, cuando pensamos en Edipo,
arquetipo del héroe trágico, si él no cumplió ese objetivo fundamental.
Cuando nos
sumergimos en la lectura de una novela, entramos en el mundo de la ficción;
aunque se trate de una novela realista, sabemos como lectores que estamos
asistiendo una historia que no puede pertenecer a la vida cotidiana, porque si
fuese así, dejaría de ser literatura para transformarse en noticia
periodística.
Una de las
máximas de la literatura considera que Autor y Narrador no son la misma
persona: el autor es quien firma la obra, el narrador es la voz que cuenta la
historia. El por ello que, lectores avezados, jamás nos preguntamos si las
desventuras o aventuras que vive el protagonista son un espejo de lo vivido por
el autor.
Sin embargo,
cuando el lector se enfrenta ante una novela de Manuel Puig, todo este
andamiaje teórico se viene abajo. Y es así, porque a medida que vamos
conociendo la vida del escritor, el introductor de la literatura “posmoderna”
en Argentina, vemos que también nos fue entregando retazos de su vida en cada
una de sus obras, enmascarándose detrás de sus personajes a la vez que
trasmitía su angustioso grito que proclamaba su ser diferente.
Podríamos
esbozar entonces que Manuel Puig cumple una “trayectoria” como escritor,
jalonada de obstáculos que va superando; un ciclo que se abre con La traición de Rita Hayworth, el germen
originado en el útero de su escritura, que marca “la partida” de la
trayectoria, el niño que poco a poco va independizándose de la madre y que se
cierra con Cae la noche tropical,
novela tal vez escrita como forma de exorcizar el miedo a que su madre muriese,
como un círculo perfecto.
El círculo y
la esfera son dos símbolos que se refieren a la situación inicial y ponen de
relieve la perfección original de todo lo que comienza. Ambas figuras no tienen
principio ni fin y aluden así a lo indeterminado e infinito. El útero o su
equivalente en la alquimia, el alambique, es otro símbolo que corresponde a
esta etapa y nos dice que todo lo que existe siente allí su origen. El útero
materno, la madre, en síntesis, será la figura que Puig destacará en su vida,
aunque tal vez esta figura esconda otra igualmente importante: la figura
paterna, la que aflora con más nitidez en Maldición
eterna a quien lea estas páginas. El padre representa el monstruo que el
héroe debe vencer; un padre lleno de rencores y de reconvenciones hacia el hijo
diferente.
Para Beatriz
Sarlo, se pueden encontrar en las novelas de Manuel Puig “el museo imaginario
de sus gustos”, ya que el escritor practicó un estilo que no puede
caracterizarse en ningún molde. Por ello, asegura Sarlo, “no se puede escribir
como Puig”. Y Silvia Hopenhayn remarca que el estilo de Puig “se centra en lo
que se dice”, por lo tanto, su escritura ha sido clasificada (aunque
erróneamente) como prosa de oralidad.
Aunque de
manera indirecta, las afirmaciones citadas sirven para remarcar la estrecha
relación entre escritura y vida en la novelística de Puig, en donde Manuel fue
entrelazando retazos de sus experiencias, gustos, pensamientos, con personajes
sostenidos por seres de carne y hueso, y una trama que recorre diferentes momentos
de su vida personal, lamentablemente trunca cuando todavía quedaba mucho por
ofrecer a la nueva literatura.
Jung,Karl Gustav, Lo inconsciente. Editorial Losada
Haber, Abraham, Símbolos, Héroes y Estructuras. Editorial Hachette.
Eres en este momento un hallazgo, como un tesoro guardado en una caja que abro cada día, y cada día disfruto enormemente de este momento de descubrimiento.
ResponderEliminarNo se nada y cada vez me doy más cuenta que sólo tengo algún conocimiento
Un abrazo
Texto muy didáctico. Gracias Ana. Puig es permanente fuente de aprendizaje
ResponderEliminarTodos y cada uno de los comentarios que ustedes envían contribuyen a la retroalimentación de este espacio. ¡Gracias!
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