Algún mañana o nunca seré
un hombre.
Diz que difícil que me dejen serlo.
En tanto soy un corto dios:
el que amansa los cuchillos del frío
En tanto soy un corto dios:
el que amansa los cuchillos del frío
y un algo ve lo que sucederá.
Sobre esta sal desparramada altura
de puna que perdió su poncho,
soplo en mi cuerpo-quena
para que sepa el sol que abrigo su camino.
Allá
detrás de la distancia
en suaves montes de amanecer
pinto con mis sonidos
los colores del primer sueño y sus vicuñas,
y en los atardeceres los despinto.
Cuando aparece noche regalada
no me devuelvo al mundo triste:
me soplo hasta perderme titilando.
Algún tal vez tendré una casa luna
que me cante navidad india y que me abrace,
de donde baje
a descubrir el río del pez de la vida.
Su galopar me ha de llevar al mar sin dueño.
Pero algún antes
conoceré lo que diz que es el árbol.
Caminando por el gran viento colorado
bajo los árboles del sol
a mis ojos vendrá:
torre de padre abierta en verde madre.
Me contará
que hace una larga procesión de tumbas mías
yo era copla razón y mando de esta tierra.
Me avisará –con soplo mío-
que mientras dure la filosa eternidad
en la sonrisa hay que pararse,
pues que en lugar que el olvido manda
la risa baila con la muerte.
Me hará crecer
el alma en ramas sin descanso
formando techo del grandor del territorio
para mi cantidad de mudas hambres.
Me enseñará las letras de los hombres
y a soplar sobre cumbres poderosa escritura
que nadie apague en el atardecer.
De Región de fugas
Sobre esta sal desparramada altura
de puna que perdió su poncho,
soplo en mi cuerpo-quena
para que sepa el sol que abrigo su camino.
Allá
detrás de la distancia
en suaves montes de amanecer
pinto con mis sonidos
los colores del primer sueño y sus vicuñas,
y en los atardeceres los despinto.
Cuando aparece noche regalada
no me devuelvo al mundo triste:
me soplo hasta perderme titilando.
Algún tal vez tendré una casa luna
que me cante navidad india y que me abrace,
de donde baje
a descubrir el río del pez de la vida.
Su galopar me ha de llevar al mar sin dueño.
Pero algún antes
conoceré lo que diz que es el árbol.
Caminando por el gran viento colorado
bajo los árboles del sol
a mis ojos vendrá:
torre de padre abierta en verde madre.
Me contará
que hace una larga procesión de tumbas mías
yo era copla razón y mando de esta tierra.
Me avisará –con soplo mío-
que mientras dure la filosa eternidad
en la sonrisa hay que pararse,
pues que en lugar que el olvido manda
la risa baila con la muerte.
Me hará crecer
el alma en ramas sin descanso
formando techo del grandor del territorio
para mi cantidad de mudas hambres.
Me enseñará las letras de los hombres
y a soplar sobre cumbres poderosa escritura
que nadie apague en el atardecer.
De Región de fugas
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