En la región de Mnar, existe un enorme lago de quietas aguas al cual no
alimenta río alguno
ni fluye de él ninguno. Diez mil años atrás se levantaba en
sus márgenes la poderosa ciudad de Sarnath, pero en la actualidad ya no existe
ninguna ciudad.
Se cuenta que, en un tiempo remoto, cuando el mundo era aún joven y todavía los hombres de Sarnath no habían arribado a la región de Mnar, a orillas de aquel lago se elevaba otra ciudad: la ciudad de Ib, levantada en piedra gris, que tenía tantos años como el mismo lago y la habitaban seres cuya contemplación no era grata.
Se cuenta que, en un tiempo remoto, cuando el mundo era aún joven y todavía los hombres de Sarnath no habían arribado a la región de Mnar, a orillas de aquel lago se elevaba otra ciudad: la ciudad de Ib, levantada en piedra gris, que tenía tantos años como el mismo lago y la habitaban seres cuya contemplación no era grata.
Tales seres eran muy extraños y desproporcionados,
como en verdad corresponde a seres que pertenecen a un mundo sólo delineado,
recién comenzado a moldear en forma tosca. En los cilindros de arcilla de
Kadatheron se encuentra escrito que los pobladores de Ib eran, por su color,
igual de verdes como el lago y las nieblas que se elevaban sobre él; que tenían
ojos abultados, labios gruesos y blancuzcos, orejas extrañas y además, que no
se hallaban facultados de voz. Está escrito, también, que provenían de la luna,
de la cual habían llegado una noche sobre una gran niebla, junto con el enorme
lago de quietas aguas y la misma ciudad de Ib, levantada en piedra gris.
LA MALDICIÓN QUE CAYÓ SOBRE SARNATH
del libro La Ciudad Sin Nombre y Otros Cuentos
H. P. Lovecraft
LA MALDICIÓN QUE CAYÓ SOBRE SARNATH
del libro La Ciudad Sin Nombre y Otros Cuentos
H. P. Lovecraft
Ignea vive en un pueblo tranquilo, alejado casi 50 kilómetros de a gran ciudad. El ferrocarril lo cruza de lado a lado y en su reducido centro se levanta la vieja estación de trenes con la placita detrás. Son los lugares diarios de sus pasitos que parecen no tocar la tierra.
Su casa, ubicada
entre mi oscura casona y los altos álamos del camino, se la puede distinguir
con facilidad por las tejas rojas que componen el alero y esa chimenea siempre humeante.
Si a ella tuviera que describir, destacaría su
sensibilidad y gran lucidez, una mirada viva que hace resaltar aún más los
ojos, y ese inspirado apasionamiento, con un mundo interior rico, poblado de
sabandijas y héroes, que son sus puntuales invitados nocturnos. Pero si hay
algo que la diferencia de los demás chicos de su edad, es nuestra amistad.
Aquella noche, una tormenta de octubre se adueñó del pueblo, la luz de su habitación era la única encendida en la casa. Sus padres ya dormían, mientras ella visitaba vaya a saber qué extraño paraje.
AGUITO
Jorge Rulfi – 1.990
Jorge Rulfi – 1.990
No hay comentarios:
Publicar un comentario