domingo, 29 de septiembre de 2013

DOS TEXTOS ENVIADOS POR ANTONIO CALI, DE "AGNESE LIBROS"


En la región de Mnar, existe un enorme lago de quietas aguas al cual no alimenta río alguno
ni fluye de él ninguno. Diez mil años atrás se levantaba en sus márgenes la poderosa ciudad de Sarnath, pero en la actualidad ya no existe ninguna ciudad.
Se cuenta que, en un tiempo remoto, cuando el mundo era aún joven y todavía los hombres de Sarnath no habían arribado a la región de Mnar, a orillas de aquel lago se elevaba otra ciudad: la ciudad de Ib, levantada en piedra gris, que tenía tantos años como el mismo lago y la habitaban seres cuya contemplación no era grata.
Tales seres eran muy extraños y desproporcionados, como en verdad corresponde a seres que pertenecen a un mundo sólo delineado, recién comenzado a moldear en forma tosca. En los cilindros de arcilla de Kadatheron se encuentra escrito que los pobladores de Ib eran, por su color, igual de verdes como el lago y las nieblas que se elevaban sobre él; que tenían ojos abultados, labios gruesos y blancuzcos, orejas extrañas y además, que no se hallaban facultados de voz. Está escrito, también, que provenían de la luna, de la cual habían llegado una noche sobre una gran niebla, junto con el enorme lago de quietas aguas y la misma ciudad de Ib, levantada en piedra gris.

                            LA MALDICIÓN QUE CAYÓ SOBRE SARNATH
                            del libro La Ciudad Sin Nombre y Otros Cuentos
                            H. P. Lovecraft




Ignea vive en un pueblo tranquilo, alejado casi 50 kilómetros de a gran ciudad. El ferrocarril lo cruza de lado a lado y en su reducido centro se levanta la vieja estación de trenes con la placita detrás. Son los lugares diarios de sus pasitos que parecen no tocar la tierra.
Su casa, ubicada entre mi oscura casona y los altos álamos del camino, se la puede distinguir con facilidad por las tejas rojas que componen el alero y esa chimenea siempre humeante.
Si a ella tuviera que describir, destacaría su sensibilidad y gran lucidez, una mirada viva que hace resaltar aún más los ojos, y ese inspirado apasionamiento, con un mundo interior rico, poblado de sabandijas y héroes, que son sus puntuales invitados nocturnos. Pero si hay algo que la diferencia de los demás chicos de su edad, es nuestra amistad.



Aquella noche, una tormenta de octubre se adueñó del pueblo, la luz de su habitación era la única encendida en la casa. Sus padres ya dormían, mientras ella visitaba vaya a saber qué extraño paraje.

                                                               AGUITO 
                                                               Jorge Rulfi – 1.990








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