La palabra “poesía” proviene
del griego; el verbo poeio significa “hacer”, “crear”. En la Grecia
antigua el poeta era un creador y esa creación, como un proceso divino, le
llegaba a través de las musas inspiradoras. Por eso cada texto en la antigüedad
está precedido de una invocación a ese poder. Y por ello también, la poesía
comenzó como hecho creativo a partir de su vinculación con lo religioso, con
aquellos mitos creados para tratar de explicar las incógnitas que ofrecía la Naturaleza.
Surge entonces la poesía
épica, que narra las hazañas de los héroes y que luego devendrá en la
narrativa. Por su parte la poesía lírica –al igual que la epopeya- presenta ya
desde sus primeras producciones una excelente calidad.
También el canto acompaña
los trabajos cotidianos. Los cantos populares estaban asociados a las costumbres
como una forma de culto y como símbolo
de los sentimientos personales.
El nombre de “lírica” se
debe a que esa poesía se ejecutaba al son de la lira, y en la antigua Grecia
encontramos lírica coral y canto individual.
Con respecto a lo propiamente literario, “lírica” significa “expresión
de sentimientos”, “subjetividad”, y es así como hoy entendemos la poesía.
Expresar sentimientos con
una finalidad estética, es decir, de la manera más bella, más elaborada. Esa
elaboración ha significado, según las épocas y las modas literarias, a veces
oscuridad, a veces, sencillez.
El poeta debe lograr
utilizar el lenguaje para exponer su propio universo, al mismo tiempo que sugerir
aquello que no puede exteriorizar, de tal manera que el poema supere las
convenciones de la comunicación.
La palabra es una
herramienta que logra comunicar lo que el lenguaje cotidiano no puede. Un poema
expresa redes de oposiciones que demuestran el condicionamiento de la escritura
ante las contradicciones propias del ser humano. Aunque muchas veces la poesía
se manifiesta como un medio de liberación: se pueden estimular las facultades
creadoras recurriendo a ciertos ejercicios que consisten en liberar al
pensamiento del razonamiento silogístico o del espíritu crítico, dejando que la
mente realice asociaciones libres, juegos de analogías, de metáforas, de
oposiciones, etc.
Dice Jean Claude Renard en Lenguaje, poesía y realidad, que la
inspiración está compuesta por dos
movimientos simultáneos que van, uno de adentro hacia afuera y el otro de
afuera hacia adentro, para desencadenar entre sus polos una especie de descarga
de donde procede la poesía.
El lenguaje se convierte en
poesía cuando logra manifestarse de tal manera que lo diferencia del llamado
lenguaje informativo. Una de las propiedades del poema es cuando la palabra es
un medio que no solo cuestiona el lenguaje sino que también cuestiona el mismo
poema. En consecuencia puede decirse que el lenguaje asume un carácter
subversivo, al tener el poder de inventar nuevas significaciones que harán ver
el mundo con otro enfoque.
Las imágenes en el poema
expresan que el mismo texto nunca es ni todo error ni todo acierto, ni ausencia
ni presencia, pero esa vacilación hace que el lector imagine que todo es
posible.
Nietzche en el Origen de la Tragedia dice que
“las imágenes del poeta lírico (…) no son otra cosa que él mismo y como
diversas proyecciones de sí mismo”.
Para Chomsky, la creatividad
del lenguaje poético no se limita solamente a producir frases nuevas y
significaciones diferentes, sino que parece implicar la invención de sistemas
de representaciones gráficas capaces de acentuar esa diferenciación, de actuar
sobre la estructura de los vocablos muchas veces para modificarla; es por ello
que refuerza el concepto de “arbitrariedad” del lenguaje.
Han pasado ya muchos siglos desde que los primeros poetas expresaran sus emociones; sin embargo, consciente de que el lenguaje es único instrumento que le sirve para comunicarse con sus semejantes y que deberá utilizarlo de la mejor manera posible, el poeta sigue sintiendo que el momento de creación es intransferible.
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