miércoles, 27 de noviembre de 2013

MARÍA CRISTINA SANTIAGO/ NOMBRAR EL ACASO


Una noche salté tan alto
que casi pongo fin a la inocencia.

En otoño el corazón flaquea.
Es casi tonto decir que no hay motivos
si al filo de la madrugada
aparecen los sueños ilusorios.
No tienen historia
y te hacen olvidar que a la mañana
amontonan ceniza los fogones.

Te aman, de rodillas
antes que la carroza mude
su dignidad en calabaza. Son
fantasmas románticos, por cierto,
piden nada: un beso
sobre el labio dormido.

La fatalidad es no advertir a tiempo
que hay niños vigías
espiando entre rendijas
los pasos de ese sueño.
                                                         De: Vidrieras de Ámsterdam





 

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