Un día Tien Dsan se presentó ante el príncipe de Ching vestido con andrajos.
-Usted anda bastante raído, señor -comentó el príncipe.
-Hay ropas peores que éstas -contestó Tien Dsan.
-Dígame, por favor, ¿cuáles son?
-La armadura es peor.
-¿Qué quiere decir con eso?
-Es fría en invierno y caliente en verano; por eso no hay peor ropa que una armadura. Como yo soy pobre, es natural que mis ropas sean andrajosas; pero su Alteza es un príncipe con diez mil carrozas y una incalculable fortuna; sin embargo le gusta vestir a los hombres de armaduras. Esto no lo puedo comprender. ¿Tal vez su Alteza busca la fama? Pero la armadura se usa en la guerra, cuando a los hombres se les corta la cabeza y se acribilla sus cuerpos; se arrasan sus ciudades y se tortura a sus padres y a sus hijos; lo cual nada tiene de glorioso. ¿O tal vez su Alteza busca ganancias? Pero si se trata de dañar a otros, otros tratarán de dañarle, y si su Alteza pone en peligro sus vidas, harán peligrar la suya. Así no conquistará sino tribulaciones para sus propios hombres. Si yo fuera su Alteza, no haría la guerra, ni por lo uno ni por lo otro.
El príncipe de Ching no pudo replicar.
Liu Siang, Nuevos Discursos.
LA ESCULTURA DEL FÉNIX
El artesano Kung Shu estaba cincelando un fénix. Apenas había esbozado el penacho y las patas, y no esculpía aún el plumaje, cuando alguien dijo mirando la obra: "Parece un búho". Y otro: "Más bien recuerda a un pelícano".
Todos rieron y estuvieron de acuerdo en encontrar horrible la escultura, y sin talento al autor.
Cuando estuvo terminado, el fénix lucía un soberbio penacho de color esmeralda, que se erguía vaporoso por encima de su cabeza. Sus patas bermellón tenían reflejos deslumbrantes, sus plumas tornasoladas parecían estar hechas del brocado que tejen las nubes cuando se pone el sol, y su pecho era del color del fuego. Al oprimir con el dedo un resorte oculto el pájaro mecánico alzó el vuelo con un batir de alas. Y durante tres días se le vio subir y bajar por entre las nubes.
Todos aquellos que habían criticado a Kung Shu no cesaban de elogiar su obra maravillosa y su talento prodigioso.
Lui Dsi
(Obra de Liu Chou -siglo VI-, conocido igualmente bajo el título de Sin Lun).
Un mandarín, a punto de asumir su primer puesto oficial, recibió la visita de un gran amigo que iba a despedirse de él.
-Sobre todo, sé paciente -recomendó su amigo- y de esa manera no tendrás dificultades en tus funciones.
El mandarín dijo que no lo olvidaría.
Su amigo le repitió tres veces la misma recomendación, y cada vez, el futuro magistrado le prometió seguir su consejo. Pero cuando, por cuarta vez, le hizo la misma advertencia, estalló:
-¿Crees que soy un imbécil? ¡Ya van cuatro veces que me repites lo mismo!
-Ya ves que no es fácil ser paciente: lo único que he hecho ha sido repetir mi consejo dos veces más de lo conveniente y ya has montado en cólera -suspiró su amigo.
Relatos de Sue Tao
Hola Ana María, muy interesante tu blog.
ResponderEliminarGracias por visitar el mío, siendo profesora de Letras, me gustaría que me dejes tu opinión, sin inhibiciones, quiero aprender y mejorar, ya que no tengo una formación literaria. Lo mío fue todo a pulmón.
Trataré de pasar por aquí lo más seguido que pueda.
Saludos.