miércoles, 5 de junio de 2013

EL CAMINO- ANA MARÍA SERRA


Oigo un cantar cristalino. Un coro polifónico entona dulces melodías mientras observo el río. Imagino seres fantásticos, elfos y nereidas que avanzan serpeando bajo el agua transparente.
Los elfos centenarios, delgados y de orejas puntiagudas, imperceptibles en el bosque, rápidos y diestros en el manejo del arco y la flecha, hoy han decidido volverse criaturas acuáticas. Una fuerza irresistible me hace acompañarlos en su trayecto desde la orilla. Las nereidas eternas, bellísimas criaturas hijas del Océano - el río perfecto- ondean sus rosados brazos para calmar el viento que quiere agitar olas.
Cantan y ríen en tanto los envidio por sus ágiles movimientos natatorios y la persistencia que mantienen a ras del fondo salpicado de pequeños guijarros. Se mueven con la gracilidad de un ballet, escoltan la vera del cauce y despliegan su magia para redondear las piedras que emergen brillantes. Saltan y vuelven a sumergirse como peces voladores y les prestan lágrimas a los sauces llorones que se miran fascinados en las aguas de la mañana.
Me reflejo niña que juega; quiero recorrer el camino de la vida.
Cuando llega la tarde,  veo cómo las fabulosas criaturas pintan el agua de color leonado; ocultan sus misterios  en los bancos de arena y dispersan al viento penachos algodonosos. Se adornan con rubíes de ceibos, se perfuman con fragancias de laureles, y sus cuerpos se enredan en  el lecho de arcilla. Me gustaría fundirme con ellos.
Algunas penas he sufrido, pero la juventud las olvida. El agua, se ha revuelto un poco. El canto de las nereidas y de los elfos es más ruidoso, sus risas alborotan el aire.
Los montes de caldenes refugian venados y dos benteveos vigilan el horizonte.  El sol tiñe de dorado esos  caballos salvajes que me deslumbran con su brillo. Me siento como ellos, libre y fuerte.
Nereidas y elfos vuelven su mirada, con gestos imperiosos me invitan a seguirlos. Corro por la orilla mientras llega la noche. Ya flaquean mis fuerzas,  mis ojos han perdido el asombro, se apaga la lozanía.
Me gana la reflexión, reconozco las estrellas, me descubro en los recuerdos. Los seres fantásticos se van desdibujando… sus cuerpos, como cintas, se diluyen en espumas. El coro polifónico se transformó en rugido. Estoy en playa abierta. El mar viene hacia mí.
                                                                                                  
                                                                                         Ana María Serra.-














2 comentarios:

  1. Nuestras vidas son los ríos... la transición de un paisaje al otro es como la comunión de dos mundos. Me encantan los juegos poéticos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Así es, Merce! Cuando releía este texto escrito hace un tiempo, me vinieron a la memoria los versos de Manrique, aunque en el momento de escribirlo, no había pensado en ellos. Qué interesante el tema del inconsciente, ¿no?

      Eliminar