“El ímpetu
amoroso es solamente un artificio”. ¡Hay que tener coraje para entrar a mi casa
de una manera tan suelta! Entraste, dejaste sobre mi mesa de luz esos recortes
de diario con una frase sarcástica que pensaste me iba a movilizar.
¿Por casualidad creíste que al estar
quieta la casa, esperaba tu vuelta? Te traicionó el kilometraje de tu mente
veloz. Miré asombrada primero, el cuasi
anónimo que quisiste tirar directo al corazón. Cuando caí en la cuenta de que
eras el único que tenía una copia de la llave de mi casa, repetí mi cara frente
al espejo del dormitorio buscando una idea que me acercara a tus propósitos.
Según de qué lado de la cama se
mire, “tu ímpetu” fue un artificio muy bien actuado. “Mi pasión” fue
desenfrenada. Casi me lleva a la ruina total. No sólo hablo de monedas
derrochadas, regalos y viajes compartidos. Creía tener a mi lado al hombre
ideal. Fueron casi diez años recorridos a dúo. Un dúo con distintas sintonías. Óxido de un hierro interior que supo arrasar
con todo cuanto se le cruzaba. Batallas sobrellevadas lentamente, hasta que la
guerra destruyó al amor. Por eso te aferraste a un burdo anónimo, para
sobrevivir a la derrota final. Es evidente que seguís vistiendo una pena no
resuelta. La misma que te llevó a recortar una a una cada palabra que te
ayudara a completar semejante frase.
Sólo me quedó la sensación de tu
impotencia, del suicida que avisa que va a matarse para que alguien lo salve.
Fraguaste una situación. Montaste una escenografía queriendo ocultar aquello
que nunca podrás. Mi amor fue mucho más fuerte que un simple show. Tu condena
será sentirlo a flor de piel por el resto de tu vida. No lo intentes
nuevamente. Nuestro amor terminó de nacer, por eso murió. No superaste las
escenas de una vida bélica. No hay anónimo que te salve.
Marité Simón ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario