martes, 6 de octubre de 2015

LA RESIGNACIÓN ANTE LO ABSURDO EN "LA ESPERA RELIGIOSA" DE MARCELO BIRMAJER

Una historia fantástica se desata por un error del protagonista, un hombre joven, común, anónimo, urbano.
La acción comienza “un martes de hace mucho tiempo a las 8 de la mañana”, aparentemente en Buenos Aires.
La numeración de los colectivos, el que el protagonista debía tomar (82) y el que aborda por equivocación (76), se asocian con años clave en la historia argentina. 1976 -el golpe militar- y 1982 - la guerra de Malvinas-.
Una cadena de causalidades definirá el destino del protagonista: ese día su mujer se despierta más temprano y hay un encuentro amoroso que demora la salida hacia el trabajo; cree reconocer el colectivo por el color pero se equivoca; olvidó su billetera y solo tiene unas monedas para el viaje: todo lo lleva a esa travesía hacia una nueva vida, sin retorno.
Así como cuando era adolescente y salteaba la parada de la escuela, piensa que si no se baja, ese día podrá evadir su obligación de trabajar: “…nunca me abandonó la intuición de que el paraíso se encuentra tanto en el viaje como en el final del viaje cuando un colectivo nos lleva más allá de nuestro destino manifiesto”
La ensoñación finaliza cuando sube el inspector (símbolo de la autoridad) y le pide el boleto que ya se ha agotado y le exige el pago de una multa. Entonces debe entregar su valioso reloj porque olvidó la billetera.
Se ha quebrado el orden cotidiano desde el momento en que subió al colectivo equivocado y ésta es su primera purga. Se somete mansamente a la imposición, se reconoce cobarde: “Los cobardes se dividen en dos clases: los que huyen de la batalla (…) y los que ni siquiera tienen valor para huir (…), aceptando la batalla como un castigo. En aquella ocasión demostré ser de los segundos” .
Cuando en la terminal  trata de convencer al chofer para que lo retorne a su barrio, aquél se niega pues el lugar está lleno de inspectores. Deberá aceptar su nueva situación.
Descubre a los niños “polizones”: “Unos niños que, muy sigilosamente, sin que los vieran desde la casilla, subían al guardabarros trasero apenas el colectivo abandonaba la terminal. Tardaban mucho en encontrar la oportunidad, porque la concentración de choferes e inspectores hacía muy pero muy difícil el oficio de polizón...” La descripción anticipa el final del cuento.
El absurdo domina el relato. Ante su intento de pedir dinero para volver, las personas con las que se cruza, vestidas con ropas raídas y parches de pluma, le dan huevos o plumas. El barrio es un gallinero humano.
En la historia hay dos mujeres: la esposa del protagonista, a quien nunca dejará de amar, representa su pequeño paraíso.
“La rubia” del barrio, que vendrá a rescatarlo, a poseerlo, y lo llevará al gallinero para que libre un desafío que recuerda al juego de croquet en Alicia en el país de las maravillas, donde las pelotas son erizos y los palos, flamencos.
El protagonista deberá aceptar un duelo en el que las armas son gallos con espolones. Saldrá vencedor, y se dará cuenta de que el trofeo es la rubia.
El barrio-gallinero,  es la representación del infierno, la .vida es una “espera religiosa”: el conformismo ante una situación cruel y absurda interpretada como la fatalidad del destino. Por eso la inacción de todos los que han llegado allí –como él- equivocados, y esperan un milagro para poder salir: “Quién sabe por qué, la gente del barrio se entregaba a la esperanza de que permaneciendo ahí alguna vez regresarían a sus verdaderas casas; mientras que si aceptaban cualquiera de los destinos que ofrecían otros colectivos –pensaban- se alejaban aún más del punto inicial (...) Quedarse en el barrio como esperanza era un gesto religioso”
Convivirá en ese infierno por cinco años pero sin hijos, a pesar de que un niño polizón –especie de ángel mensajero- es la única esperanza de contacto con el punto de origen.  Si eligiese esa opción debería permanecer más de diez años y además un hijo suyo con otra aniquilaría a su esposa.
Elige una solución intermedia, el purgatorio: tomar un colectivo que lo deja en el lado opuesto  para superar el infierno. Su sacrificio es no volver a ver a su mujer para salvarla de ese lugar.
Conformista, miedoso, se siente cobarde, se desprecia, pero acepta su destino. Como un juguete de dioses  crueles, se deja manipular y admite las situaciones más irracionales.
El estilo narrativo es cinematográfico, con técnicas del absurdo, ironías y reflexiones filosóficas cercanas al existencialismo.
 

                                                   ANA MARÍA SERRA





No hay comentarios:

Publicar un comentario