martes, 22 de julio de 2014

ANA MARÍA SERRA/ FRAGMENTO DEL LIBRO "LABERINTO DE FICCIONES"-HOMENAJE A MANUEL PUIG

LA TRAICIÓN DE RITA HAYWORTH,  de MANUEL PUIG

Es su opera prima y la que marca el rumbo de su escritura posterior. Es la que devela su interior y el cerco de prejuicios que sentirá sobre él durante toda su vida, a pesar de sus escapes y de haber encontrado en la literatura un medio para hacer salir a flote las napas más profundas de su personalidad.
Novela cargada de múltiples sentidos, cuyas realidades, infinitas, ambiguas y simultáneas, en apariencia banales y cotidianas, funcionan como apertura hacia algo más intenso.
El tiempo de la novela es circular: comienza en 1933, cuando Toto es un bebé, y avanza cronológicamente, hasta 1948, para volver, en el último capítulo, con la carta de Berto a su hermano, a 1933.
Las conciencias autónomas de los personajes producen una multiplicidad de puntos de vista sobre el mundo exterior; pluralidad y polifonía que contribuyen a generar un gran diálogo inconcluso del cual el lector recogerá los rastros para conformar su interpretación. Y deberá aceptar que como en todo texto, en el fondo, queda siempre un rastro de ilegibilidad.[1] El lector construye, destruye, elabora y reelabora el sentido de manera constante.
Es un texto que rompe con todas las estructuras propias de la novela moderna, en donde el sujeto se conoce a sí mismo y es homogéneo y racional. Aquí, en cambio, los personajes son, ante todo, heterogéneos y contradictorios, divididos y conflictuados. Esta característica se repetirá en sus posteriores novelas.
[…]
En la narración, la constante alusión autobiográfica se plasma en un discurso que diluye las fronteras entre realidad y ficción.
Como se mencionó anteriormente, el lector debe reconstruir a través de una visión fragmentada, el perfil psicológico de los personajes, y, sobre todo, a través de la problemática concerniente a la sexualidad, con toda la carga de ambigüedad en el caso del protagonista, Toto.
Las múltiples voces que hilvanan la historia y la carta final (que retrotrae a los primeros años), todos elementos que conforman situaciones cotidianas de la pequeña burguesía, afirman el carácter posmoderno en cuanto a negación de lo trascendente, de los “grandes temas”.
El lector asiste a esa visión indeterminada y vacía, sentida con nostalgia[2] -pero también con una perspectiva pragmática-, que presenta una realidad vivida sin idealizaciones




[1]Roland Barthes, El susurro del lenguaje, Barcelona-Buenos Aires México, Ediciones Paidós.
[2] Cf., Cristina Piña, La narrativa en la posmodernidad.




4 comentarios:

  1. ME ENCANTÓ LA PUBLICACIÓN PORQUE SENTÍ QUE LEÍ LA NOVELA POR LA DESCRIPCIÓN QUE HICISTE. NO CREO QUE PUEDA HACER UN ANÁLISIS TAN PUNTUAL Y PROFUNDO DE UN TEXTO. EL QUE SABE, SABE...

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  2. Qué bellas fotos. Me encantó releer tu análisis

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  3. ¡Gracias, Merce! Seguramente dentro de un tiempo publicaré otro fragmento, tal vez sobre Sangre de amor correspondido. Besos

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