martes, 22 de febrero de 2022

ANAMARÍA SERRA// COMENTARIO SOBRE "DIARIOS DE LA EDAD DEL PAVO", DE FABIÁN CASAS

Fabián Casas, Diarios de la edad del pavo. Emecé, 2017




La novela de Fabián Casas transcurre en Buenos Aires, pero el espacio está acotado por el barrio y las acciones (o inacciones) del protagonista. Ambientes cerrados y bastante opresivos, en consonancia con el temperamento del yo narrativo

El epígrafe, tomado de Diario, de Witold Gombrowicz, dice en su comienzo: “Me he puesto a escribir el diario sencillamente para salvarme, por motivo a la degradación y a un total hundimiento entre las olas de la vida trivial que ya me están llegando al cuello. Pero resulta que tampoco en estoy soy capaz de esforzarme plenamente”

Al parecer, en ese Diario, el escritor polaco (1953-1969) quien vivió y produjo su obra en Argentina, menciona ciento cincuenta veces la palabra juventud.

El título del libro de Casas, Diarios de la edad del pavo, ya anticipa cómo estará estructurado el texto, pero ese núcleo “diarios”, además de adelantar que serán más de uno, modifica el concepto de “diario” con el agregado “de la edad del pavo”: así se ha denominado en otros tiempos a la etapa de la pubertad y de la adolescencia. Sin embargo, el protagonista tiene aquí 30 años, pero de todos modos centra todo su contenido en la juventud del narrador, una especie de adolescencia tardía.

Quiere vivir de la literatura pese a que sabe que es una empresa casi imposible, por lo tanto, para subsistir, trabaja ocasionalmente en empleos que, aunque de alguna forma se vinculan con lo literario, siempre le dejan el sabor amargo de “quitarle el tiempo” a su escritura. Su pareja, Lali, es la depositaria de sus cambios de humor. La enfermedad y posterior muerte de su madre y la relación negativa con su padre lo marcan de manera profunda.

Su vida es un constante devenir entre reuniones de escritores, proyectos culturales, amor, abandono, dolencias físicas y psicológicas. Su tiempo, sobre todo, está abarcado por la obsesión lectora:

“Piglia, en Respiración artificial, escribe una frase que dice uno de sus personajes: “Escucho una música; pero no la puedo tocar”, así me siento desde hace tres días. Escucho una música; pero no tengo la fuerza de ponerme a escribirla”.

En un reportaje que se publicó en el diario La Capital de Mar del Plata, Casas afirma que esos diarios efectivamente fueron escritos por él en esa época; por un lado manifiesta que no le gusta verse cómo era, por otro, tiene una mirada nostálgica hacia ese “artista adolescente”.

“Estoy terminando Presencias reales de Steiner, que me gustó mucho. También terminé el Tórless de Musil, y me gustó el final, mucho (…)

No escribo porque mi Yo rotó y las palabras –salvo estas, cotidianas- están en el invernadero.

Tendríamos que consignar toda la vida en cuatro o cinco líneas. Esa es la meta”

Imagino que un lector común no toma este texto como un diario personal hecho por el escritor, sino que asume la categoría de “lector de una ficción”, cuyo narrador le cuenta una historia en formato de diario personal, como muchas veces lo hicieron los escritores del Romanticismo, donde el hilo conductor son las reflexiones de un joven escritor sobre la literatura y sobre sus autores preferidos, una especie de “romántico de finales del siglo XX”, pobre y desencantado de sí mismo y de su propia escritura.

No obstante, creo que la publicación de este texto ha sido supervisada,  impulsada y corregida por el propio autor, que pasó a ser el personaje principal y que por ello se desconoce; el tiempo cubrió  la realidad con el manto de la ficción.

                                                    

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