Ningún habitante de aquel pequeño pueblo
conocía su verdadera historia, a pesar de que no se sabía cómo ni cuándo había
llegado. La mayoría trataba de ignorarla, apretaban con fuerza las manos de sus
niños si por casualidad pasaba junto a ellos o cruzaban de vereda cuando la
veían acercarse. Se tejían terribles historias sobre su condición y se había
corrido la voz de que pesaba alguna maldición sobre su persona.
Aislada en una pequeña casa de piedra –nadie
sabía cómo o quién la había construido- sobrevivía gracias a la huerta y a los
huevos de las gallinas que picoteaban despreocupadas entre hortalizas,
legumbres y hierbas aromáticas que exhalaban un perfume irresistible, mezclado
con algunos árboles frutales que completaban su único tesoro.
Lo que más llamaba la atención en ella eran
las escamas de plata que le nacían en la palma de sus manos y se extendían
hacia sus hombros, fenómeno que también se repetía a partir de sus pies y
llegaba hasta las rodillas. Se notaba que no quería llamar la atención, pero
hasta la ropa que usaba no era común; la mayoría de las veces, largas túnicas
cubrían su cuerpo pero no ocultaban ni sus brazos ni sus piernas, aún en pleno
invierno.
El
rostro era otra rareza; enmarcado por un cabello que caía en mechones
separados, negros y muy brillantes,
tenía forma perfectamente ovalada, la tez marmórea, los ojos redondos y
grandes, con el iris amarillo-naranja, ojos de gato sagrado, de esfinge egipcia
separados por una nariz recta; la boca, grande, de labios prominentes, rara vez
esbozaba alguna sonrisa. Era extremadamente alta y su andar, como sus modales,
felino. La voz, grave, profunda, solamente sonaba para quienes se acercaban
tímidamente a comprar algún producto de la huerta o para los más osados, los
que se animaban a consultarla sobre qué clase de vida les esperaba. Ella
siempre respondía con alguna historia a modo de ejemplo, y el visitante se iba
habiendo logrado paz interior.
Esta última actividad fue la que despertó la
curiosidad de muchos y la veneración de quienes se habían arriesgado a
comunicarse con ella. Poco a poco corrió por el pueblo su fama de profetisa,
hechicera, bruja. ¿Por qué tenía ese aspecto tan raro?; ¿usaba lentes de
contacto para parecer más exótica?; ¿y las escamas?, ¿eran escamas o simplemente
una malla de plata que cubría sus brazos y sus piernas? ¿De dónde venía? Estaba
claro que de algún país raro… ¿Pero en qué país podría vivir gente tan
diferente de nosotros? ¿Era cierto que hacía milagros? No, milagros no; pero sí
puede predecir tu futuro y encima…no cobra. ¿Pero…y si son malas noticias,
también te las dice? Trata de prepararte, de infundirte calma, es una buena
persona, cuando la desgracia se acerca, ya estás prevenido y casi resignado. No
sé… ¿te parece?, a mí me da un poco de miedo, sobre todo por esa cosa de las
escamas. Acá hay mucha gente crédula y también gente a la que le gusta
engancharse con lo estrafalario, lo anormal. Acordáte de lo que le predijo a
Blanca... ¿Y acaso no se cumplió? Sí, lamentablemente al primer indicio Blanquita
prácticamente huyó del pueblo y se fue a la gran ciudad para que los médicos le
confirmaran esa enfermedad y la trataran. Dicen que se curó, pero ya ves, no
volvió nunca más… y todos los del pueblo que trataron de ubicarla, fracasaron
en el intento. No me gusta, yo no me prendo en eso.
Ella y su diferencia del resto de la
humanidad encerrada en el pueblo que la sentía distante a pesar de su habilidad
para cosechar productos exquisitos y de su don para predecir el futuro y encima,
para prepararlos a enfrentar fatalidades.
La envidia, el prejuicio, el odio que iba corroyendo poco a poco a esos
seres para quienes el concepto de vivir quedaba enmarcado por los límites de
ese lugar pequeño e incapaz de
crecer, como sus conciencias. Y así, a medida que pasaba el tiempo,
comenzaron a gestarse dos bandos, los adherentes y los detractores, y estos
últimos triunfaron sobre quienes la defendían. Clamaron justicia, tramaron
venganza, idearon un ser diabólico sobre el cual descargar sus frustraciones. Y
un día marcharon hacia su casa de piedra, agitados, abotagados, exaltados y
envalentonados –aunque muchos disfrazaban su miedo con gritos, antorchas y
piedras en sus manos-, dispuestos a incendiar casa, huerta y hasta a la misma
bruja, si eso fuere necesario.
Sin embargo, sufrieron una enorme decepción
al llegar. No había ni casa, ni huerta ni pitonisa. Fascinados, encontraron un gran desierto tapizado de
escamas que brillaban como plata, a la luz de la luna.
ME FASCINÓ. ¿PUEDE SER QUE LO HAYA LEÍDO EN ALGUNO DE TUS LIBROS? ME SUENA CONOCIDA LA HISTORIA
ResponderEliminarREALMENTE , HERMOSO.!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Sabía que este texto, particularmente, te iba a gustar. Un beso
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