Corrió
agitada por los estrechos pasillos mientras el corazón le latía con fiereza.
Trataba de no ponerse nerviosa, de aflojar los músculos, que sentía cada vez
más tensos. Sabía que era solamente un juego y que si no encontraba la salida
pediría auxilio para que la fuesen a buscar.
Ya
llegamos, ¿les gusta? La idea es que cada uno de nosotros recorra el laberinto
en el menor tiempo posible. Como hoy no hay turistas, estaremos tranquilos.
Martín, el creador de la idea daba las instrucciones a sus ansiosos amigos.
A
ella le tocó el último turno en el sorteo. Bueno, Ariadna, escondé el hilo
porque acá nadie te va a ayudar. El punto de reunión es la fuente de piedra que
está en el centro del parque. Te esperaremos con el cronómetro.
Casi
todos habían tardado, minutos más, minutos menos, no demasiado tiempo; por eso
accedió confiada al laberinto. Pero cuando estaba girando por uno de los
pasadizos percibió esa respiración que la hizo entrar en pánico poco a
poco.
Mientras
sus pasos seguían recorriendo las monótonas galerías, vino a su memoria la
turbulencia de recuerdos que no le permitían vislumbrar la salida entre plantas
enmarañadas.
No
me siento seguro de nada, era Martín el que aquella tarde le había tirado en la
cara, como con un golpe seco, esa sentencia. No sos vos, es todo lo que me
rodea…no sé, quiero irme, viajar, conocer otra gente y al mismo tiempo estar
solo, ordenarme y ver qué es lo que realmente quiero. Seguramente estás
pensando que soy un egoísta, pero vas a ver que a vos también te va a venir
bien esta separación.
Había
tratado de reprimir el llanto al mismo tiempo que se maldecía por ser tan
idiota comportándose como una heroína de telenovela barata.
Ahora
la respiración le llegaba a la nuca. No quiso darse vuelta porque sabía que no
vería nada, pero estaba segura de que estaba ahí. Se preguntó si
los demás también habían pasado por esa experiencia. No es mi imaginación –se
dijo- aunque más que una persecución, lo siento como un acompañamiento.
La
densidad del aire hacía que en el atardecer todo se viera de otra manera, los
pasadizos de ramas y hojas parecían multiplicarse. Pensó angustiada que
necesitaba encontrar la salida y reunirse con sus amigos para volver a sentirse
humana, cuando la respiración de ese ser la envolvió por completo
y se sintió tomada por la cintura y llevada en vilo por los corredores
estrechos y húmedos. Quiso gritar, pero su garganta se lo impidió. Cerró sus
ojos, no quería enfrentarse con nada que intuía podría ser monstruoso.
Fue
conducida con extrema suavidad, como si flotase, y al fin depositada en el
suelo, que sintió tibio y mullido. Supo que había sellado un pacto secreto y
que él la había protegido en ese mundo oculto y revelador del que
emergería definitivamente libre.
Abrió
los ojos tratando de encontrar la fuente en la que la esperaban sus amigos. Sus
pies se hundieron en una arena blanca y el mar verde intenso se le reveló
espejo de la isla de Creta.
En: La trama engañosa. Buenos Aires, En el aura del sauce, 2012.-
MUY BELLO. LAS IMÁGENES UNA MÁS HERMOSA QUE LA OTRA. FELICITACIONES
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga. Besos
EliminarLas sensaciones que produce el relato son intensas, comparables a situaciones cotidianas de la vida. Andar a ciegas sin confianza, sin tener totalmente claro si los pasos son seguros. Sabes, sientes y quieres pensar que una mano te sostiene, pero existe esa niebla o duda…al final, aquí, en tu historia el miedo se desvanece.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias, Mar. Me gustó mucho tu interpretación; mis amigos dicen que mis textos siempre dejan un sentimiento positivo, y pienso que eso es bueno. Un beso
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