lunes, 8 de mayo de 2023

ANAMARIA SERRA// COMENTARIO SOBRE UNA NOVELA DE TERU MIYAMOTO

 


Los sueños de la primavera, novela de Teru Miyamoto, me hizo recordar a la famosa novela de Franz Kafka, La metamorfosis.  

Dos símbolos -la cucaracha y el lagarto- de la animalidad en el humano, pero desde diferentes perspectivas filosóficas.

En su antecesora, Gregorio Samsa -el protagonista- se transforma en una cucaracha y percibe el mundo humano desde la pequeñez del insecto. Todo es desolación, angustia, dificultad, hasta que, por último, sobreviene la muerte ante la indiferencia y la repulsión de su propia familia.

La novela fue publicada en tiempos de la Primera Guerra Mundial; refleja la angustia existencial del individuo. El protagonista, quien con su trabajo mantenía a su familia, compuesta por los padres y la hermana, luego de su transformación va perdiendo su identidad y lo corroe el sentimiento de culpabilidad. Es por ello que cree que la solución será dejarse morir. La metamorfosis, emblema de soledad, aislamiento, falta de amor y angustia será la desencadenante del conflicto.

La figura del padre, que luego cobrará máxima importancia en Carta al padre,es uno de los determinantes por el rechazo manifiesto que denota desde el principio, ante la nueva situación que deberá vivir su hijo.

Una novela que refleja la zozobra de supervivencia del hombre occidental ante una realidad que lo oprime y que será el signo de la literatura de entreguerras.

Y aquí notamos la diferencia de enfoque filosófico oriental ante situaciones que para el protagonista se presentan como insolubles.

Tatsuyuki, un joven estudiante verá cómo su vida se complica y se oscurece a partir de la pérdida familiar. 

 En Miyamoto no hay metamorfosis sino traslación. El pequeño lagarto -que el joven Tatsuyuki clava sin ver en la columna del mísero departamento que ha alquilado, agobiado por los acreedores mafiosos de su padre muerto y al que encontrará asombrado en la mañana- llegará a ser su alter ego.

Kin, así lo nombrará Tatsuyuki, se convertirá en una revelación para el joven, quien casi sobre el final soportará una golpiza salvadora y finalmente liberará al animalito de su tormento.

Liberación de sí mismo, la experiencia lo volverá más sabio y tolerante.

A diferencia de Kafka, Miyamoto plantea la superación de su protagonista. Tatsuyuki descubrirá , en una especie de “viaje iniciático” a su interior, su egoísmo y pequeñez, valorará a Yoko, su novia, quien bajo una apariencia frágil muestra verdadera fortaleza.

El lagarto Kin, que en un principio le causó repulsión y fastidio, le servirá luego como confidente, para compartir sus pensamientos, y más tarde, llegará a ser un ejemplo de vida en una traslación filosófica persona/animal.

El final transmite el simbolismo de la libertad.

Según consta en los datos biográficos del autor que aparecen en el libro, esta novela fue escrita cuando Teru Miyamoto tenía poco más de treinta años y refleja varios pasajes de su vida, nada fácil, por cierto.

 

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