viernes, 11 de noviembre de 2016

ANAMARÍA SERRA/ "CANCIÓN DE AMOR"

Como tantas tardes, la boca del túnel exudaba calor y humedad. A medida que bajaba los escalones –con prisa y a la vez con cuidado de no tropezar- advirtió que el aire se hacía más respirable; sintió la levedad en su cuerpo.
Cuando llegó a la plataforma y sus pasos se fueron calmando, visualizó la extraña figura depositada en un rincón.
Presencia insólita, imagen capturada de un bosque encantado, impropia en un punto concéntrico de urbanidad. El ropaje rústico, pesado y oscuro no alcanzaba a ocultar a la anciana, poco menos que  un espectro. Por el rebozo afloraban unos pocos pelos plateados;  en el rostro apergaminado, los ojos sumaban dos líneas entre tantos surcos y grietas; la boca, apenas abierta, trasmitía la gravedad cascada de los años. Sintió recorrer un escalofrío con sólo mirarla.
El chirrido de los frenos de los trenes subterráneos no alcanzó a ocultar la melodía. Le pareció que esa canción milenaria le llegaba desde las profundidades de la tierra como un volcán de ramas quebradas, lava incandescente en un camino de hielo petrificado.
Sin embargo, un milagro: la antigua cadencia de la tonada gaélica comenzó a ganar terreno, la dulzura se adueñó de la imagen. La arcaica canción de amor lloraba la partida del amado hacía un tiempo incontable. La canción de amor de una vieja que en la nostalgia se mantenía joven; la espera paciente y melodiosa expresada con lozana suavidad, la certeza del encuentro final y la unión para siempre.
 
La fascinación de detenerse, observar y escuchar. Sin darse cuenta, revisó su vida y se preguntó si realmente había conocido el amor o lo construido era un simple hastío cotidiano barnizado de costumbre.
Trató de focalizar el confort de su hogar resistiendo a dejarse llevar por sus emociones, por una anciana estrafalaria que entonaba esa canción escuchada –soñada-  mil veces en labios de su abuela.
La fuerza de un imán pegado a sus pies; la música, un halo envolvente.

Y la partida del último tren de vuelta a casa, que ya no podría abordar.



 Texto inspirado en un pasaje de la novela Mrs. Dalloway, de Virginia Woolf.



4 comentarios:

  1. Buenísimo el cuento. Un encuentro tardío con lo que no fue

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  2. Muy bueno.Nos lleva a una profunda reflexión sobre el mundo subjetivo que en ocasiones creamos con nuestras mentes

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