domingo, 12 de mayo de 2013

AVE SOLITARIA


Con una mirada abismal mide la distancia que nos separa y me observa inconmovible; me gusta mirar sus ojos enormes, redondos, la pupila sagaz y vigilante. Trato de no moverme pero quiero captar ese instante de suprema comunicación entre dos especies tan diferentes. Presiento toda la sabiduría de la naturaleza en esa contemplación –la suya de mí- en esa quietud  que debería calificar de oriental porque no significa terror ni turbación, sino tolerancia.
Me pregunto el por qué de los presagios funestos de los costarricenses sobre el majafierro, de los kenianos sobre el kikuyo, de los mexicanos sobre el tecolote, tres de sus parientes;  no necesito recorrer grandes distancias porque en mi propia tierra abundan las leyendas que la pintan como de mal agüero. Me respondo sobre la causa, su canto nocturno tan misterioso, en la hora en que  los humanos percibimos la realidad mucho más aterradora. El temor a lo desconocido otorga poderes
sobrenaturales al ave que canta y pasea mientras nosotros nos cobijamos tratando de no tener pesadillas.
Para esta criatura de la naturaleza no existen la oscuridad ni la ausencia de color, y mientras yo trato de evitar malos pensamientos en mis noches insomnes, ella, todo vuelo silencioso, se ocupa  de llevar alimento a su cría con la caza de pequeñas piezas.
Ahora, cuando el sol comienza a resaltar a pleno las tonalidades del ambiente, siento que el ave solitaria me trasmite el sentido filosófico con su mirada abarcadora;  de nada valen la ansiedad que nubla la mente ni el nerviosismo que desgasta energías. En ese minuto revelador en que nuestros ojos se encuentran, comprendo que me infunde su paciencia.
Deberé  esperar hasta la hora del ocaso para levantar mi vuelo;  en medio de la oscuridad y la confusión no dudaré en discernir cuál es el camino. Pienso que la diosa Athenea  llevaba una lechuza aferrada  sobre su hombro para no perder su capacidad de raciocinio; como simple ser humano, yo no la someteré a la esclavitud de mi compañía, me ha bastado este encuentro para conocer mi verdad.
 

                                                               Ana María Serra.-



1 comentario:

  1. LEVANTAS MUY BIEN TU VUELO, AVE SOLITARIA. NO ME GUSTÓ LA LECHUZA, NUNCA LA QUISE. PERO ESO NO CAMBIA EN NADA EL TEXTO

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