miércoles, 22 de junio de 2022

ANAMARÍA SERRA// SOBRE UNA NOVELA DE OLIVERIO COELHO

 

Oliverio Coelho[i], Un hombre llamado lobo[ii]

EN EL NOMBRE DEL PADRE


Novela de aprendizaje, de exploración, de viaje, Un hombre llamado lobo requiere mucha atención por parte del lector en el armado de la trama que el autor presenta como un puzle
a organizar.

 Hay  dos viajes de búsqueda en esta novela. El más extenso, efectuado por Lobo, el padre, que puede dividirse en tres momentos: en primer lugar, la pesquisa junto al detective para encontrar a la mujer que lo abandonó; luego, la búsqueda del hijo; al final, el abandono de ese objetivo para sumirse en la desesperanza, en el nihilismo.

El otro viaje es el de Iván, que va en el presente hacia el pasado, para conocer al padre que le ha sido negado desde poco después de su nacimiento. Un viaje que culminará con el ansiado encuentro y su decisión personal de compartir el futuro sin revelar la identidad.

Para mejor comprensión, organicé estas dos historias con el relato del argumento, donde incluyo comentarios tanto sobre el contenido como sobre las técnicas de escritura utilizadas por Coelho.

Silvio Lobo, un inspector municipal de cuarenta años que cumple su tarea en pizzerías y bares de Capital y saca provecho con actos corruptos de poca monta,  decide que formará una familia. Conoce a Estela Durán, empleada en una parrilla “de bajo fondo” y luego de unas pocas salidas la lleva a vivir a su departamento. Lobo ansía ser padre, Estela queda embarazada y nace Iván, el hijo de esta pareja.

Pero Estela no ama a Silvio y se siente presa en ese departamento, con un hombre cuya rutina le resulta inaguantable. Al poco tiempo, se va del hogar y Silvio queda solo con Iván. No soporta esa situación, se siente degradado y teme que se enteren en la oficina. Por ello deja al bebé a cargo de su madre, Dora, si bien ésta en principio queda engañada ya que detesta su papel de abuela.

Pero al tiempo Estela, con sentido de culpa o de venganza, se lleva a Iván de la casa de Dora.

Mientras tanto, Silvio ha emprendido una pesquisa con la ayuda de Marcusse, un detective con experiencia en ese tipo de conflictos, que  vincula su actividad con la reglas de un apostador.

Lobo y Marcusse se embarcan en un viaje a Carmen de Patagones, ya que los datos del detective indican que en ese lugar viviría el padre de Estela.  Allí reinan la impunidad y la indiferencia y la trama se complica en el trascurso de la historia con traiciones y desencuentros.

 Marcusse es secuestrado y malherido, vuelve a Buenos Aires; Lobo, por su parte, desconociendo este hecho, continúa a su manera la búsqueda de Estela y de su hijo y resulta protagonista de un aparente homicidio. Termina casándose con la hija del dueño del pueblo y luego huyendo con ella a San Andrés, un pueblo cercano a Tandil.

Años más tarde, a pesar de haber alcanzado cierto bienestar económico y social, Silvio vuelve a sus temores de ser perseguido por sus acciones en Patagones y se sumerge en la desidia. Su mujer lo abandona, pero Lobo no se siente mal por ello.

Marcusse se  ha recuperado  a medias y consigue conocer a Iván. Le cuenta los hechos (Estela ha muerto y el joven, que ya tiene veinte años, está viviendo con su abuela materna, que también lo desprecia)

Pero el detective tiene un accidente doméstico y finalmente muere en un hospital. Por ello Iván, sin saber que el hombre ha muerto, viaja solo en busca de su padre.

Luego de varias alternativas, lo encuentra. Pero decide no decirle quién es; prefiere vivir con él y cuidarlo, jamás revelará su identidad mientras Lobo no le pregunte, ya que “entendió que estaba destinado a vivir en una penumbra ligeramente sagrada…”

La historia no está relatada de manera lineal; Coelho utiliza la técnica del flash back. Es así como el primer capítulo, “Presagio”, comienza con el encuentro entre Marcusse e Iván, es decir, casi por el final, se aportan muchos datos que en los capítulos correspondientes a la travesía de Lobo y Marcusse en Patagones, han quedado en blanco.

En Presagio, Iván se nos presenta como un joven  inocente, siente ilusión y fervor por encontrar a su padre y pretende buscarlo a través de la magia. El detective semeja a Tiresias, el personaje de Edipo Rey, la tragedia de Sófocles: es el portador de la verdad para Iván; los indicios del pasado se filtran en los pensamientos del detective. Iván se aferra al viejo como a un reemplazo de la figura paterna.

El narrador, en tercera omnisciente entra y sale de los pensamientos de los personajes.

La abuela es un símbolo de la maldad, odia a Iván porque lo considera el origen de todo lo que le sucedió a su hija, y además le resulta inservible en lo económico.

La figura materna en esta novela está muy devaluada, pero no por ello es menos realista.

Dora es la otra madre que pensó en vivir a expensas de su hijo y que vio frustrado su sueño. Lobo se muestra como un hombre desesperado por tener una familia; el lector intuye que nunca supo lo que esto significaba, a pesar de haber tenido a su madre.

Todas las acciones se desarrollan en ambientes casi marginales, de una pobreza no tanto física como emocional.

Silvio Lobo busca una mujer que responda a un arquetipo físico pero también a una forma de vida; es un hombre tímido con el  sexo femenino, no se valora a sí mismo; para él todo depende de su bienestar económico, el principal medio para que una mujer lo tenga en cuenta:

“Ese era el tipo de mujer que siempre había querido: además de morocha de ojos oscuros, gracias a su juventud todavía no debía de haber sido maltratada y, por ende, podía confiar y hasta enamorarse de un hombre interesado no en meros lances sexuales, sino en una forma celeste de la arquitectura humana: la planificación de una familia. Pensó entonces que esa mujer no era inalcanzable. Contaba con una ventaja objetiva: su aspecto de solterón, en contraste con el de los demás parroquianos, se confundía con el de un hombre honesto” (22)

El ambiente social urbano en donde el protagonista se desenvuelve es miserable: whiskerías que resisten el paso del tiempo cobijan “la pena de comerciantes sodomizados por la hiperinflación”, la luz dura de las lámparas que remarca el maquillaje de las putas “con rasgos indolentes de muñeca antigua”. Albergues transitorios con “asepsia de clínica privada”.

La relación entre Lobo y Estela es gris, con diferentes motivaciones por parte de cada uno, no por amor. Lobo quiere una familia a toda costa, Estela, una seguridad económica.

Luego del nacimiento de Iván, esa relación se va deteriorando con rapidez, ya que está basada en prejuicios de clase en los que también se cuela la experiencia sexual.

Cuando Estela se va del hogar y los abandona, Lobo quiere vengarse en otros pero no puede. La mujer para él es un símbolo de perdición, una cosa que se usa y que traiciona.

Como se siente inútil para cuidar a Iván, lo invade la culpa pero también carga todas las tintas en Estela. Ésta primero se ha dirigido a casa de su madre; el ambiente es pobre y sucio. Estela no siente remordimientos por haber dejado a su hijo; es una venganza hacia Lobo por haberla tratado de manera tan fría.

Silvio continúa con su vida de inspector. Tienen una reunión de trabajo en casa de uno de sus compañeros, pero el encuentro se frustra por la separación entre el dueño de casa y su mujer. El clima es adverso, el anfitrión y su mujer discuten y se percibe la violencia, aunque alguno de sus compañeros opine que ella se merece el castigo físico. Terminan yéndose a escondidas, aunque piensan que serán perjudicados. Son seres mediocres, mezquinos, poco ambiciosos y sin empatía que viven en un ambiente falto de sentimientos positivos.

También hay un abandono del bebé por parte de Lobo, que dejó a Iván ese fin de semana con su madre –engañada- y él lo pasó con Belén, una prostituta con quien tiene una relación casi afectuosa. Teme que sus compañeros descubran la verdad de su situación actual; tiene un gran complejo de inferioridad.

Siempre deposita la culpa en los demás;  en sus pensamientos se regocija torturando a su madre ante la presencia de Iván “todavía más que él mismo en su infancia”, una relación basada en insultos, odio, resentimiento y faltas mutuas.

Según Beatriz Sarlo[iii], una de las técnicas narrativas de Coelho es  entrelazar interpretaciones del narrador o del personaje con comentarios de base, a veces ocultos y otras explícitos, de tal manera que a la vez que narra interpreta. Y esos dos hilos no pueden separarse porque la interpretación produce imágenes, digresiones que complementan a la narración.

“Había creído que Estela era la manifestación de un milagro transformador. Y había bastado esa superstición personal para zambullirse en la idea de un hijo, sin apercibirse de que confundía el signo de esa manifestación: una mujer, además de dicha, podía ofrecerle a un hombre la posibilidad de acceder a su condena” (67)

Como había fantaseado con la idea de que formar una familia iba a representar su superación personal, ya que se sentía un fracasado por haber tenido una madre que no lo quería, un padre ausente y un empleo que lo envilecía, ve que sus sueños se desvanecen porque Estela lo abandonó. Entabla entonces una sorda competencia al contratar al detective para buscar a la mujer, en la que deposita todas sus frustraciones.

(…) Ni ese día ni el siguiente pasaría por lo de su madre a buscarlo. Una voz carraspeó en su interior: “La paternidad es un estado de alerta continuo”. El hecho de que no extrañara a Iván demostraba el fracaso circunstancial de su paternidad. Sin la madre, Lobo no terminaba de sentirlo como hijo propio. (…) Por haberse quedado con Iván de rehén y por contar con los servicios de Marcusse, Lobo creía aventajar a Estela. (…) Para invertir la relación de fuerzas en su mente y calmar una avalancha de conjeturas que podía sumirlo en la inoperancia, decidió que le destinaría a Marcusse todo el dinero necesario, sin escatimar. Incluso su inminente indemnización” (67/68)

El detective Marcusse es una especie de soñador extraviado. Es viudo y no ha podido reponerse de la muerte de su mujer. Viejo, agotado, jugador empedernido y religioso, quizá como parte de su juego, todo lo atribuye al azar, y en eso basa su indagación sobre el paradero de Estela. Aunque se sabe un perdedor, siente que la experiencia le ha enseñado y no pierde la esperanza de obtener un pequeño triunfo.

“…el comportamiento de la materia sentimental en la memoria era impredecible, y las consecuencias de una escena traumática irresuelta o un hijo no deseado, por ejemplo, podían manifestarse años después, bajo la forma del odio” (70)

En esa delirante búsqueda en Carmen de Patagones, Lobo comprender que su venganza es recuperar a Iván, ya no le importa Estela. Se ha embarcado en una misión desatinada que sin embargo le va mostrando una Estela que él desconocía.

Las alternativas que van viviendo los personajes bordean el absurdo, como la relación entre Acosta, el dueño del pueblo, y Lobo, que se siente reflejado en las frustraciones y deseos de los dependientes, especie de esclavos que expresan un sordo resentimiento hacia su patrón. Celeste, la hija de Acosta, con quien Lobo se casa, participa de ese esperpento con tintes de maldad:

“Papá, quemale la mano”, insistió ella, esta vez sonriendo, y apretó el brazo de Lobo, que seguía la escena a su lado preguntándose cómo sería su vida en la ferretería a partir del lunes” (184)

Acosta “asciende” a Lobo, quien participará en una reunión inmobiliaria donde un grupo de hombres solos planea quedarse con los terrenos y viviendas de la zona. Lobo asiste distraído, sabe la estafa que planean pero no le importa. Se entera de que Marcusse aparentemente continúa la búsqueda de Estela en Comodoro Rivadavia. Luego piensa en escaparse de Patagones sin correr riesgos porque comprende que él fue quien mató al padre de Estela.

Cuando huye, no puede desprenderse de Celeste; decide llevarla por temor a represalias de Acosta, aunque piensa que al final la abandonará. Pero termina estableciéndose con ella en un pueblo cercano a Tandil.

Por su parte, Acosta abandona la búsqueda de la pareja y funda una asociación para hombres solos y maltratados. La historia sigue con ribetes irónicos, rozando el absurdo. En ese ambiente árido de afectos, la soledad y la pobreza de espíritu se acoplan a las vidas de los personajes, seres sin aspiraciones, perdidos, desvalorizados.

Como Celeste deseaba un hijo pero Lobo no, y además vivía perseguido por el temor de reencontrar a sus antiguos enemigos de Patagones, luego de que su mujer lo deja, pese a sentirse tranquilo y a no extrañarla, Lobo se sumerge en el abandono y es “rescatado” de su deplorable situación por las hermanas Ventura, que se hacen cargo de la tienda.

El último capítulo de la novela, “Final de partida”, relata las alternativas del encuentro entre Iván y Lobo. El joven ha sufrido una serie de peripecias adversas donde tampoco se escatiman las situaciones absurdas –como su “secuestro” por parte de un ex policía y el pedido de participación en un juicio disparatado del que logrará escapar- hasta que por fin se enfrenta a su padre, pero no se da a conocer.

Si bien no hay sentimentalismo ni reconocimiento por parte del padre –la novela carece de la “anagnórisis” que planteaban los griegos-, finaliza con la decisión del hijo de no revelar su identidad y su convicción de estar viviendo en “una penumbra ligeramente sagrada”. Iván sí es sentimental, se emociona ante la idea de que su madre desde el más allá lo esté viendo junto a su padre, por fin.

Un hombre llamado Lobo es una novela de viaje iniciático. Como comenté al principio del trabajo, hay dos viajes de exploración externa e interna: el que realiza Lobo para buscar a su hijo, y el que hace Iván veinte años después, para encontrar a su padre. En ambos, los personajes harán una búsqueda de su propio interior.

En el epígrafe leemos la dedicatoria del autor: A la memoria de mi padre. Y de eso trata la historia, de la relación padre hijo/hijo padre. La figura de la mujer en su rol de madre y también de abuela, como ya apunté, es negativa. La mujer es presentada como mezquina, materialista, engañosa, intrigante; el instinto maternal no existe.

 Poco antes de cumplir los veinte años, una vidente del barrio le asegura a Iván que no conocer a su padre es peor que tener a un hermano muerto”

“…y como si algo de Iván –la inocencia que parece impunidad en quienes ya no son niños y mestizan en los gestos a un hombre y a un adolescente- le incomodara, le dice que una madre da la vida pero se hereda al padre…” (11)

Las palabras que la vidente expresa a Iván, representan la idea central de esta historia: la herencia la da el padre. Ésa es la fuerza que lo ha hecho capaz de superar todos los obstáculos a fin de lograr, ahora sí, estar junto a Lobo. Ello le permitirá sentirse hijo.

La novela está dividida en ocho partes, cinco de las cuales, son, como se señala en tres de ellas, especies de “intervalos”  que sin embargo no se abstraen de la trama, por el contrario, aportan muchos datos. Las partes numeradas  (I. El hombre sin mirada; II. El agujero de Marcusse y III. Rutinas conyugales, están en negrita, como si fueran el hilo conductor.

La escritura de Coelho me recordó el estilo del escritor Juan Carlos Onetti, la búsqueda de una ilusión que de antemano se sabe inalcanzable. Esa certeza acarrea una angustia permanente en los personajes, embarcados en un proyecto que se desvía en atajos sin sentido, con el absurdo permanente bordeando la trama. Tal vez un símbolo de una realidad que muchas veces no queremos vislumbrar.

 

 

                                                                                                  Ana María Serra.-

 

 

 

 

 



[i] Oliverio Coelho es un escritor argentino nacido en 1977. Novelista y crítico literario, pertenece a una generación joven y talentosa.

 

[ii] Oliverio Coelho, Un hombre llamado lobo.   Barcelona, Duomo ediciones, 2011.

[iii] Sarlo, Beatriz, Ficciones argentinas. 33 ensayos. Mar Dulce, 2012.

viernes, 27 de mayo de 2022

ANAMARÍA SERRA//Comentario sobre ALGO ALREDEDOR DE TU CUELLO, de Chimamanda Ngozi Adichie

 






Chimamanda Ngozi Adichie es una escritora nigeriana, nacida en 1977. A los diecinueve años consiguió una beca para estudiar comunicación y ciencias políticas en Filadelfia. Más tarde cursó un máster en escritura creativa en la Universidad John Hopkins de Portland. En la actualidad vive entre Nigeria y Estados Unidos.

Algo alrededor de tu cuello es un libro en el que se enlazan doce historias que unifican y alejan dos continentes, algunas de ellas profundamente perturbadoras. Luego de la lectura, podemos reflexionar acerca del fenómeno de la globalización, inmune para determinadas generaciones aferradas a sus tradiciones y permeable para los jóvenes del mismo lugar.

Con una prosa por momentos poética, la escritora horada en  personajes que carecen de tipología porque llevan en sí todas las contradicciones del ser humano.  Mujeres y hombres con atavismos culturales luchando contra el desarraigo y a la vez aferrándose al progreso de otro país tan diferente del propio, que les resulta contradictorio y hasta hostil. Seres que no pueden escapar de su destino en una vida presentada sin tintes melodramáticos.

El lugar de las historias varía entre Nigeria, Estados Unidos y también en ambos países a la vez. Uno de los cuentos, “Jumping Monkey Hill”, transcurre en Sudáfrica.

Los temas, como las historias, se unifican  y se diferencian: una adolescente de familia media que describe la impotencia de sus padres ante el avance de su hermano en la delincuencia juvenil. Una mujer nigeriana radicada en Estados Unidos que decide volver a su país para vigilar la doble vida de su marido, el acercamiento y la distancia entre dos mujeres de diferente etnia y religión que huyen de un disturbio, el profesor universitario jubilado que se encuentra con un colega revolucionario fracasado.

Una madre desesperada por el asesinato de su pequeño hijo que recurre a la embajada estadounidense pero que luego se arrepiente porque no quiere contar su historia a una extraña; la culpa de la joven que siendo niña provocó la muerte de su hermano por celos; la mujer nigeriana que a través de generaciones ha tenido en claro cuál era su objetivo.

La injusticia y la crueldad del sistema represivo, la amistad, la hipocresía, el servilismo, la rebeldía, la complejidad de la integración cultural son los tópicos en este libro que pinta una realidad muchas veces desconocida o ignorada por el lector.

Chimamanda Ngozi Adichie, Algo alrededor de tu cuello (Literatura Random House, 2019)

 

                                                

viernes, 18 de marzo de 2022

ANAMARÍA SERRA// COMENTARIO SOBRE "EL VIENTO QUE ARRASA", DE SELVA ALMADA

 

Selva Almada, El viento que arrasa, MARDULCE editora, 2012.


La historia comienza cuando el Reverendo Pearson, un pastor evangélico trashumante que viaja con su hija Leni –Elena para su padre-, se ve obligado a detener su coche por una falla mecánica en  un lugar inhóspito que representa la nada misma –aparentemente en la provincia del Chaco-.

Serán asistidos por un mecánico que vive y  tiene su taller en ese paraje, “el Gringo Bauer”, quien se ha hecho cargo de “Tapioca”, -en realidad José Emilio- ya que su madre, una prostituta, lo dejó en sus brazos cuando el niño era un bebé, pretextando que era su propio hijo. Y así lo considera el Gringo, aunque sabe que Tapioca no lleva su sangre. Ambos adolescentes llevan a cuestas el abandono materno.

Tanto Pearson como Bauer sufren la soledad, aunque  tratarán de llenar ese vacío de manera equivocada.

Ese lugar desierto, pobre, yermo, será el marco propicio para desarrollar en esta historia  no sólo el desamparo, sino también la reflexión y la confesión de los conflictos personales.

Leni es una jovencita inteligente, con sentido de la ironía, que desea volver a encontrar a su madre – a quien el Reverendo abandonó en una especie de huída, llevándose la niña- .

Leni  sufre el desdoblamiento de la personalidad Pearson: la figura del padre que pierde la batalla  ganada por el pastor, que deja de lado a su hija y  poco a poco envuelve en sus palabras al inocente Tapioca, en quien ve un  elegido por Dios para seguir sus propios pasos. Quizá un reflejo del niño que fue una vez.

Son interesantes los capítulos en los que el Reverendo emite su pensamiento y sus sermones; la autora demuestra gran conocimiento de ese tipo de discurso “religioso” que subyuga a mucha gente humilde, que no encuentra una salida a su vida desdichada.

El Gringo Bauer asiste con desesperanza a la conversión que va experimentando su hijo, sobre todo porque considera que la religión es cosa para débiles, pero el Reverendo, hábil, ganará con sus palabras y logrará que el chico lo siga.

Casi en el final de la historia se desata una tormenta física pero también simbólica. El viento arrasa con el destino de los personajes, algunos impotentes para resolverlo, como Bauer y Leni, otros decididos a cumplir una vida que creen ya está signada por la fuerza divina, como Tapioca y Pearson.

El tiempo allí se detiene y finalmente el lector logra entender el porqué de una narración morosa que se mueve entre el pasado y el presente, en cierta medida con influencia  del escritor santafesino Juan José Saer, si bien Almada no utiliza la técnica de las cláusulas subordinadas extensas que retardan muchas veces la narración de manera excesiva.

Por su intensidad, la novela de Selva Almada lleva a la lectura “de un tirón”, aunque una segunda lectura sea más provechosa para el disfrute.



martes, 22 de febrero de 2022

ANAMARÍA SERRA// COMENTARIO SOBRE "DIARIOS DE LA EDAD DEL PAVO", DE FABIÁN CASAS

Fabián Casas, Diarios de la edad del pavo. Emecé, 2017




La novela de Fabián Casas transcurre en Buenos Aires, pero el espacio está acotado por el barrio y las acciones (o inacciones) del protagonista. Ambientes cerrados y bastante opresivos, en consonancia con el temperamento del yo narrativo

El epígrafe, tomado de Diario, de Witold Gombrowicz, dice en su comienzo: “Me he puesto a escribir el diario sencillamente para salvarme, por motivo a la degradación y a un total hundimiento entre las olas de la vida trivial que ya me están llegando al cuello. Pero resulta que tampoco en estoy soy capaz de esforzarme plenamente”

Al parecer, en ese Diario, el escritor polaco (1953-1969) quien vivió y produjo su obra en Argentina, menciona ciento cincuenta veces la palabra juventud.

El título del libro de Casas, Diarios de la edad del pavo, ya anticipa cómo estará estructurado el texto, pero ese núcleo “diarios”, además de adelantar que serán más de uno, modifica el concepto de “diario” con el agregado “de la edad del pavo”: así se ha denominado en otros tiempos a la etapa de la pubertad y de la adolescencia. Sin embargo, el protagonista tiene aquí 30 años, pero de todos modos centra todo su contenido en la juventud del narrador, una especie de adolescencia tardía.

Quiere vivir de la literatura pese a que sabe que es una empresa casi imposible, por lo tanto, para subsistir, trabaja ocasionalmente en empleos que, aunque de alguna forma se vinculan con lo literario, siempre le dejan el sabor amargo de “quitarle el tiempo” a su escritura. Su pareja, Lali, es la depositaria de sus cambios de humor. La enfermedad y posterior muerte de su madre y la relación negativa con su padre lo marcan de manera profunda.

Su vida es un constante devenir entre reuniones de escritores, proyectos culturales, amor, abandono, dolencias físicas y psicológicas. Su tiempo, sobre todo, está abarcado por la obsesión lectora:

“Piglia, en Respiración artificial, escribe una frase que dice uno de sus personajes: “Escucho una música; pero no la puedo tocar”, así me siento desde hace tres días. Escucho una música; pero no tengo la fuerza de ponerme a escribirla”.

En un reportaje que se publicó en el diario La Capital de Mar del Plata, Casas afirma que esos diarios efectivamente fueron escritos por él en esa época; por un lado manifiesta que no le gusta verse cómo era, por otro, tiene una mirada nostálgica hacia ese “artista adolescente”.

“Estoy terminando Presencias reales de Steiner, que me gustó mucho. También terminé el Tórless de Musil, y me gustó el final, mucho (…)

No escribo porque mi Yo rotó y las palabras –salvo estas, cotidianas- están en el invernadero.

Tendríamos que consignar toda la vida en cuatro o cinco líneas. Esa es la meta”

Imagino que un lector común no toma este texto como un diario personal hecho por el escritor, sino que asume la categoría de “lector de una ficción”, cuyo narrador le cuenta una historia en formato de diario personal, como muchas veces lo hicieron los escritores del Romanticismo, donde el hilo conductor son las reflexiones de un joven escritor sobre la literatura y sobre sus autores preferidos, una especie de “romántico de finales del siglo XX”, pobre y desencantado de sí mismo y de su propia escritura.

No obstante, creo que la publicación de este texto ha sido supervisada,  impulsada y corregida por el propio autor, que pasó a ser el personaje principal y que por ello se desconoce; el tiempo cubrió  la realidad con el manto de la ficción.

                                                    

jueves, 17 de febrero de 2022

ANAMARÍA SERRA//COMENTARIO SOBRE LA NOVELA "BAHÍA BLANCA", DE MARTÍN KOHAN

Martín Kohan, Bahía Blanca. Editorial Anagrama, 2012.



Si bien el protagonista de la novela es Mario Novoa, el título ubica como co-protagonista un espacio conocido, una ciudad importante de la provincia de Buenos Aires por su estratégica ubicación y por ser poseedora de un puerto. A Bahía Blanca se la ha denominado “la llave de la Patagonia”.

La ciudad como un lugar para perderse, para ser olvidado y para olvidar, espacio que en sí mismo representa una carencia.

La ciudad  para disolverse en la nada; el plan que el protagonista establece desde el principio. Quiere el anonimato porque está escapando de algo que luego se develará a medida que transcurra el relato, hecho a manera de diario personal.

Bahía Blanca es un lugar detestado por todos, aún por aquellos que viven en la ciudad, un lugar que, según leyendas urbanas, “trae mala suerte”.

La historia llevará a Mario Novoa a Ingeniero White, barrio formado alrededor del puerto,  representado como un pueblo fantasma durante el día. En la noche muta  en  “lugar del pecado”, donde las personas se transforman. Tal es el caso de “la chica del locutorio”, que por la noche se convertirá en “la putita” del bar Blak Cat. El espacio mudado en una especie de infierno.

El autor jugará con cierta simbología  del color blanco  -o ausencia de color-. Bahía Blanca, Ingeniero White  como metáfora de la nada o quizá de la hoja en blanco, sobre la que habrá que escribir una historia de vida. 

En un momento de la novela, Mario Novoa regresa a Buenos Aires. Allí se reencontrará con el que hecho que motivó su huída. El lector intuye que la gran ciudad le provoca al protagonista la nostalgia y el recuerdo de buenos tiempos, la añoranza de su vida con Patricia. Novoa intenta una vuelta a la afectividad que en realidad es una vuelta a la dominación en su relación enfermiza de pareja.

Por eso se apostará frente al departamento de Patricia en Barrio Norte hasta lograr encontrarla. Luego, el viaje de vuelta a Bahía Blanca en el que su ex esposa lo “acompaña” engañada, un viaje lleno de parlamentos no dichos, de preguntas no formuladas, de intenciones no reveladas, y también de resignación y de punto final por parte de la mujer.

Los espacios exteriores e interiores determinan su estado de ánimo; el protagonista busca ese tipo de lugares que le sirvan para aislarse, para la  incomunicación,  para desconectarse y transformarse en nada.

Si el lector tuviese que diagramar la estructura de la novela “Bahía Blanca”, seguramente dibujaría un círculo, ya que empieza y finaliza con el viaje que desemboca en esa zona en donde el personaje se funde con el vacío del entorno.  

Novoa va a “nacer de nuevo” en Monte Hermoso, un pueblo periférico de Bahía Blanca; espacio de investigación para Darwin y que Ameghino eligió para desarrollar su teoría fantástica sobre el origen del hombre.

jueves, 10 de febrero de 2022

ANAMARÍASERRA//COMENTARIO SOBRE LA NOVELA DE FEDERICO FALCO



EL PAISAJE QUE DEFINE

Federico Falco, Los llanos.

Novela finalista del Premio Herralde de Novela. Editorial Anagrama, 2020.

Una ruptura amorosa empuja al narrador a mudarse al campo, alquilar una casa próxima a Zapiola, pueblo ubicado al noroeste del partido de Lobos, provincia de Buenos Aires. Allí armará una huerta desafiando las inclemencias del tiempo, recordará momentos de su infancia en el campo de sus abuelos, en el sur de Córdoba,  la dificultad en reconocerse sexualmente como “diferente”, su relación y ruptura con su pareja Ciro, y por último, la aceptación, el comenzar otra etapa.

Todo con el paisaje como marco y compañía. En ese sentido, el epígrafe que encabeza la novela, tomado de un poema de Ron Padgett[i], anticipa el contenido. El paisaje expresas sus sentimientos, la Naturaleza será su maestra.

La novela tiene muchos pasajes de reflexión del protagonista, en los que vincula su pensamiento con las lecturas que sigue en su nuevo y solitario hogar. Anne Carson, Cy Twombly, Sara Gallardo, Félix Bruzzone, Lyn Hejinian, Annie Dillard, Alejandro Schmidt, Julia Kristeva, Philippe Sollers, Hebe Uhart, Louse Glück son nombrados y en general citados en una pequeña línea que viene a cuento sobre sus meditaciones, y lo ayudan a ir comprendiendo ese momento de su vida.

Pero esas lecturas irán apareciendo a medida que el protagonista vaya adaptándose a su nueva situación. Le servirán como “compañeros de ruta”, en un diálogo imaginario que le ayudará a quitar aunque sea por momentos, su obsesión por la ruptura, a ir haciendo poco a poco el duelo.

En una entrevista que le realizara Valeria Tentoni[ii], Falco revela el disparador autobiográfico de esta novela,  la muerte de su abuelo. Este hecho lo llevó a ir anotando recuerdos de su infancia y adolescencia, transcurridos en un campo del sur cordobés. Y ambas llanuras, la del sur cordobés y la de Lobos, son  el otro protagonista de la historia.

El paisaje que en principio se presenta como hostil le plantea un desafío que irá atravesando con constancia; la huerta, otro elemento importante, tiene también mucho de la experiencia personal del autor, según lo comentara en la misma entrevista.

El entorno va organizando su vida cotidiana,  lo envuelve y lo define. Al principio esa visión casi oriental, la compenetración del ser con la naturaleza  en donde el hombre casi se funde con el paisaje llega a través de los recuerdos de infancia en otro campo, otro llano, el de sus abuelos:

“La belleza de tres palmeras fénix solas en medio de un potrero, golpeadas por el sol del atardecer, como si fueran un póster del antiguo Egipto. Fuegos artificiales cada una de las copas. Una explosión estática. En cada hoja, las puntas verdes de una chispa expandiéndose, el núcleo amarillo limón cuando la palmera está recién florecida. De un naranja suave, cuando cuelgan ya maduros los dátiles en racimo” (p.17)

Yasunari Kawabata rescata en uno de sus ensayos un poema de Myoe, monje budista japonés, en donde los elementos del paisaje se transforman en palabras que en el poema despiertan la emoción ante lo bello, y esa emoción se expande hacia el ser humano. Hay una fusión entre las múltiples manifestaciones de la naturaleza y los sentimientos humanos.

El paisaje del “ahora”, en Lobos, se siente como una agresión aumentada por la sequía que lo invade todo. “El mundo es tan amplio que pareciera que no hay nada que ver: solo cielo, solo potrero, siempre iguales a sí mismos” 

El esfuerzo para captar las diferencias hará que preste atención a los detalles y poco a poco comenzará a relacionarse de manera afectiva con el entorno.

El protagonista ha querido volver al campo, pero no al de los recuerdos de infancia. Esos quedarán atesorados en su mente, pero ya pasaron. Ahora es otra etapa de su vida, en la que deberá valerse por sí mismo, el crecimiento personal de superación será en otro campo y en soledad.

“Un silencio de pájaros. Los loros que en los eucaliptus siguen armando sus nidos. Palomas que zurean (…) Los jazmines del país llenos de pimpollos, a punto de florecer. Olor a jazmín, a lavanda, el olor dulzón de las flores del paraíso”(p. 231)

Otro elemento de mucha importancia es la reflexión sobre el lenguaje. El protagonista es escritor, y eso lo lleva a especular sobre determinados momentos; qué se dijo, cómo se dijo, el lenguaje familiar, matizado con palabras del dialecto piamontés; ciertas palabras propias de su pueblo para nombrar determinados alimentos, la libreta de anotaciones de su padre, las anotaciones de su abuela detrás de las fotos viejas, el recuerdo de sus conversaciones con Ciro.

La novela se presenta en sus descripciones como un gran fresco cotidiano, es muy visual. Lo que se ve, se nombra. El narrador observa la naturaleza  y de manera inconsciente se re- crea como persona, en un acto de construcción en el que la vista y la palabra se funden.

Un vínculo amoroso que se ha roto, pero surgirá un fruto. De manera paciente, la Naturaleza le enseñará a observar y a recordar, la huerta lo obligará a concentrarse y no rendirse, las lecturas le plantearán un diálogo del que resultará la comprensión y la paz.

Hay muchos pasajes del libro en los que abunda la prosa poética y la filosofía oriental, como una invitación a una reescritura de algún poema. Van estos  ejemplos en los que me tomé la libertad de aplicar la disposición en versos y la omisión de alguna frase:

El miedo al horizonte

Al sinsentido

¿Por eso me fui lejos de este horizonte?

¿Por eso vuelvo a rodearme de horizonte?

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La glicina florece a rama desnuda

Un color increíble

A medias celeste y a medias violeta

El aroma de sus flores se cuela por la casa

Lo busco en el aire, pero no lo encuentro

 

 

Vicente Haya[iii] explica que en Japón el silencio  entendido no como ausencia de palabras sino de ruidos que entorpecen, tiene que ver con la armonía, con la no confrontación. La Naturaleza como maestra del silencio, fuente original de la armonía.

El narrador ha estado solo durante casi toda la historia, y en ese silencio que otorga la soledad, ha logrado redescubrirse, comenzar otra etapa de su vida. La Naturaleza ha sabido enlazarlo con la armonía, y como las estaciones, tendrá una nueva oportunidad, un nuevo comienzo.

 

 

                                                                          10 de febrero de 2022.-

 

 

 

 



[i]Ron Padgett (Tulsa, Oklahoma, 17 de junio de 1942-) es un poeta, ensayista, narrador y traductor estadounidense, miembro de la segunda promoción de la Escuela de Nueva York.

[ii] Federico Falco, “El lenguaje siempre es un arma de doble filo”. Eterna Cadencia, 8/01/2001

[iii] Vicente Haya, “La idea de armonía en la cultura japonesa y el haiku japonés”