Cuenta George Steiner que su
madre, burguesa vienesa, empezaba una frase en un idioma y la terminaba en otro,
“los idiomas volaban por toda la casa”. Este vuelo lingüístico, que Steiner
presenta como un ir y venir totalmente natural, el vuelo lingüístico directo,
sin escalas, típico de la clase ilustrada, no siempre es tan cómodo para otros:
así los trabajosos desplazamientos lingüísticos de los menos afortunados, los
que viven entre un idioma postergado y otro idioma que no dominan del todo.
Para ese pobre de la lengua no hay vuelo directo: hay incómodas,
desconcertantes (y a menudo humillantes) escalas. Vacíos del decir.
Steiner sí registra ese asomo
de incomodidad cuando habla de la traducción, es decir, del ir y venir por escrito. “El viaje de ida y vuelta
puede dejar al traductor a la intemperie (unhoused).
No se encuentra del todo cómodo, ni en el idioma propio ni en el idioma o los
idiomas que domina, (…) Conocidos traductores hablan de una tierra de nadie”.
La diferencia está en la escala: en
cuanto hago una pausa en el vuelo y reflexiono –es decir, me pongo a escribir-,
se esfuma la despreocupación lingüística. Pienso luego escribo: si pierdo el
punto de apoyo, pierdo mi casa.
El mismo Steiner se ve
obligado a observar que, aun en los vuelos directos, hay a veces una fugacísima
sensación de vacío, ya el momento en que se impone una palabra de la otra
lengua cuando no se la encuentra en la primera, ya el momento en que la otra
lengua impone (aquí mismo caigo yo en el juego) su mot juste. Compara Steiner esa imposición con el brusco rasgar de
una seda tornasolada. “The sense is that of a brusque tear in a lattice of shot
silk”. Me gusta la violencia de la imagen (acrecentada por el hecho de que en
inglés seda tornasolada se dice shot silk), también me gusta la
referencia a la textura, por último
me gusta el hecho de que la seda (¿paño materno?) no sea de color uniforme sino
cambiante, según le dé la luz del sol.
Muy interesante la cita de Steiner
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