“Hay que estar atento a la percepción del narrador personal (pero ajeno
a la trama) que sólo se dedica a contar una historia, aparece en tercera
persona pero de pronto se deja ver como una sombra real en medio de la intriga. Por ejemplo, la diferencia entre la
voz que narra en Dostoievski: “Pero no hemos de reproducir aquí todo el flujo
de sus pensamientos ocultos. No tenemos tiempo ahora de calar en esa alma” Y la
voz que narra –y escribe- en Saul Bellow: “ No sé de qué modo se puede escribir
esto”. Hay mayor libertad en D. porque rompe la convención narrativa que hace
del narrador una figura invisible. D. lo hace aparecer de pronto como un
testigo de los hechos: no sabemos quién es ni cómo se llama, pero está ahí para
hacer notar el carácter convencional de la historia (alguien narra). En cambio
B. trabaja con un procedimiento más previsible: el que escribe la historia le
habla al desconocido lector como si estuviera escribiendo una carta a un amigo.
B. usa la primera persona, lo notable en D. es el uso de un narrador en tercera
que se convierte de pronto en una figura personalizada. Arlt usó la técnica en Los siete locos, pero identificó a ese
narrador en tercera que se hace presente en la acción con el nombre del
Comentador (que aparece básicamente en las notas al pie)”
Buen encuentro con ese fantasma que cada tanto asoma por los resquicios de la historia
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