Me sentía
agitada, como si necesitase moverme, cambiar de posición una y otra vez.
Avanzaba
con cuidado, temiendo caerme y rodar cuesta abajo. Un tordo graznaba su burla
trepado a la rama más alta; la torpeza de mis pasos me hacía tropezar con
piedras escurridizas.
El
manantial me invitaba a su remanso Finalmente pude llegar y aplacar mi sed.
Desilusionado, el tordo silenció su mofa chillona y levantó vuelo con rumbo
desconocido. Aparecieron otros pájaros con cantos suaves para hacerme compañía.
Me senté
junto a un árbol y me soñé en mi cama durmiendo tranquila; una copa con agua
mineral reposaba sobre mi mesa de luz
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