“una isla feliz” decía el aviso
con letras brillantes sobre fondo azul
pero una duda atravesó su mente
sería ése el sentimiento de la isla
cuando la marea humana
pisaba sus playas
y la música
estridente
-mucho más fuerte- que los gritos de los niños
que el vocerío de los vendedores ambulantes
ensordecía la
canción del mar
cuando la isla
observaba
sus palmeras agobiadas
por las hamacas playeras
y el perfume salobre
se esfumaba en
el olor de hamburguesas
quizá la isla se sintiese feliz
cuando el viento se ponía bravo
y hacía danzar a palmeras y olas
en un baile enloquecido con el rugir del mar
cuando la gente huía
y ella se quedaba sola
tal vez
sí
en ese momento
la invadía la felicidad
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