En el recorrido lo sorprendió la noche. Miró
hacia el cielo: jamás lo había visto tan resplandeciente; las estrellas se
abrían y cerraban como guiños luminosos.
Repasó sus últimos movimientos para no
desconcentrarse; ese trabajo que semanas atrás lo había tentado un poco más a
causa del adelanto recibido en dólares, se había vuelto simple rutina.
El marido engañado, un riquísimo empresario,
había puesto a nombre de su mujer –como regalo de casamiento- varias
propiedades más una cuenta en Suiza. Un arranque de amor ahora
transformado en una bomba a punto de explotar. El poderoso con orgullo
herido no había vacilado en “ordenarle” que siguiera a esa pareja.
Experto detective en traiciones matrimoniales,
los observaba desde pocas semanas atrás. Obtuvo fotografías bastante
interesantes en calles, paseos y restaurantes. Sin embargo, estaba convencido
de que encontraría el broche de oro con la filmación de la infidelidad
consumada lejos del bullicio y del
trajinar urbano.
La
noche fría –junto a cierto clisé de tanta novela policial leída en momentos de
ocio- lo obligaron a vestir un largo
impermeable, sombrero y guantes de cabritilla. Ahora, después de haber seguido
el automóvil de los amantes por la ruta sinuosa que bordeaba la ciudad prefirió estacionar el suyo en un punto
estratégico y continuar a pie, cámara en mano, hasta la propiedad que se
alzaba, imponente, en la cima de la colina rodeada de árboles.
Tal vez por la falta de ejercicio y de una
dieta adecuada, o por el exceso de cigarrillos, o porque no estaba acostumbrado
a respirar tanto aire oxigenado, se dio cuenta de que la subida se le estaba
volviendo trabajosa. Un persistente perfume a flores silvestres lo envolvió por
completo y a partir de ese momento cayó en la cuenta de que entraba a otra
dimensión.
Comprobó aliviado que se sentía mejor;
impermeable, sombrero y guantes habían desaparecido; hombre del asfalto, del
ruido y de los males de la ciudad, percibía que el ambiente por el que estaba
transitando semejaba otro mundo. Un coro de susurros acompasados se impuso en
sus oídos. El follaje de los árboles y las flores armonizados con la brisa, el croar lejano de
ranas, algún chistido de lechuzas y la letanía de los grillos, sumado al aroma
silvestre le dieron la sensación de que
había una comunidad no humana que se comunicaba, que lo rodeaba, que lo recibía
con cierto resquemor.
Trató de agudizar al máximo cada uno de sus
sentidos para acoplarse a la nueva situación, para entender esos murmullos que
por momentos parecían cerrarle el paso. Rápidamente se quitó el suéter, la
corbata, zapatos, medias y se desprendió
la camisa; el calor comenzaba a invadirlo, y juzgó apropiado quitarse algo de
ropa. Mientras continuaba su caminata ascendente notaba que también su mente se
agilizaba, aunque le costaba cada vez más trabajo repasar el plan de acción
trazado en su oficina; se había olvidado del abandono de la cámara junto con su
ropa más pesada, en el hueco de un árbol añoso.
No se sorprendió al comprobar que árboles,
luciérnagas, flores, ranas, arbustos, toda criatura animal y vegetal mutaba su
forma y cobraba otra vida, casi humana. Experimentó la necesidad incontenible
de despojarse de lo que aún llevaba puesto. Así, desnudo, era una criatura más,
pero no pertenecía a ese reino. Por primera vez en muchos años, tomó conciencia
de todas sus miserias; como si esas criaturas le inyectaran por los poros los
recuerdos de las vilezas cometidas, su abandono a quienes más lo querían, las
jugarretas crueles a los verdaderos amigos, los negocios turbios, las
intromisiones en la privacidad de los demás y la soledad que lo envolvía. La
dureza de su rostro se transformó, una mueca cruzó abriendo su boca; con los
brazos rodeó su cuerpo y así dejó que el llanto lo avasallara.
La calma llegó en el momento en que se
imaginó abrazado, fundido al lugar, cuando la brisa tibia agitó las hojas que
parecieron acariciarlo, cuando las flores exhalaron un aroma adormecedor y las
luciérnagas le infundieron calor al tiempo que un rayo de plata se filtró para
teñir su cuerpo. La noche creó una unidad, un bloque placentero.
Fue inútil que el marido engañado contratara
otros detectives; la mujer se fue con el amante y se llevó gran parte de su
fortuna. Nadie volvió a ver al hombre que se había dedicado durante tanto
tiempo a la pesquisa de parejas adúlteras.
Hola, soy Theresa Williams Después de estar en relación con Anderson durante años, él rompió conmigo, hice todo lo posible para traerlo de vuelta, pero todo fue en vano, lo quería de vuelta tanto por el amor que tengo por él, Lo supliqué con todo, hice promesas pero él se negó. Le expliqué mi problema a mi amiga y me sugirió que preferiría contactar a un conjurador de hechizos que me pudiera ayudar a lanzar un hechizo para traerlo de vuelta, pero soy el tipo que nunca creyó en hechizo, no tuve más remedio que intentarlo, Envió al conjurador de hechizos y me dijo que no había ningún problema de que todo saldría bien antes de tres días, que mi ex volvería a mí antes de tres días, lanzó el hechizo y sorprendentemente en el segundo día, fue alrededor de las 4pm. Mi ex me llamó, me sorprendió tanto, respondí a la llamada y todo lo que él dijo fue que él estaba tan arrepentido por todo lo que sucedió que él quería que volviera a él, que me ama tanto. Estaba tan feliz y fui a él que fue así como empezamos a vivir juntos, felices de nuevo. Desde entonces, he hecho la promesa que cualquier persona que sé que tiene un problema de la relación, yo sería de ayuda a tal persona por referirlo él o ella al único lanzador verdadero y poderoso del hechizo que me ayudó con mi propio problema. Email: drogunduspellcaster@gmail.com usted puede enviarle un correo electrónico si usted necesita su ayuda en su relación o cualquier otro caso.
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