martes, 19 de julio de 2016

ILIANA BULTÉ/ "LA BACANTE"

En el bar entraba ella

con ciertos ecos de desmesura anatómica

esculpida por Miguel Ángel

Cadenciosa, con paso firme

estremecía los viejos zócalos de madera

Su mirada gatuna fija en las mesas de la esquina

Hombres y dioses amalgamados en su mente

Dionisio  la  atraía a la resaca del éxtasis

noche de uvas , excesos y caricias


domingo, 17 de julio de 2016

RICARDO PIGLIA/ SOBRE LA PERCEPCIÓN DEL NARRADOR

“Hay que estar atento a la percepción del narrador personal (pero ajeno a la trama) que sólo se dedica a contar una historia, aparece en tercera persona pero de pronto se deja ver como una sombra real  en medio de la  intriga. Por ejemplo, la diferencia entre la voz que narra en Dostoievski: “Pero no hemos de reproducir aquí todo el flujo de sus pensamientos ocultos. No tenemos tiempo ahora de calar en esa alma” Y la voz que narra –y escribe- en Saul Bellow: “ No sé de qué modo se puede escribir esto”. Hay mayor libertad en D. porque rompe la convención narrativa que hace del narrador una figura invisible. D. lo hace aparecer de pronto como un testigo de los hechos: no sabemos quién es ni cómo se llama, pero está ahí para hacer notar el carácter convencional de la historia (alguien narra). En cambio B. trabaja con un procedimiento más previsible: el que escribe la historia le habla al desconocido lector como si estuviera escribiendo una carta a un amigo. B. usa la primera persona, lo notable en D. es el uso de un narrador en tercera que se convierte de pronto en una figura personalizada. Arlt usó la técnica en Los siete locos, pero identificó a ese narrador en tercera que se hace presente en la acción con el nombre del Comentador (que aparece básicamente en las notas al pie)”

 

            EN: LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI (ANAGRAMA, 2015)



jueves, 14 de julio de 2016

SYLVIA MOLLOY/ "VUELO DIRECTO"

Cuenta George Steiner que su madre, burguesa vienesa, empezaba una frase en un idioma y la terminaba en otro, “los idiomas volaban por toda la casa”. Este vuelo lingüístico, que Steiner presenta como un ir y venir totalmente natural, el vuelo lingüístico directo, sin escalas, típico de la clase ilustrada, no siempre es tan cómodo para otros: así los trabajosos desplazamientos lingüísticos de los menos afortunados, los que viven entre un idioma postergado y otro idioma que no dominan del todo. Para ese pobre de la lengua no hay vuelo directo: hay incómodas, desconcertantes (y a menudo humillantes) escalas. Vacíos del decir.
Steiner sí registra ese asomo de incomodidad cuando habla de la traducción, es decir, del ir y venir por escrito. “El viaje de ida y vuelta puede dejar al traductor a la intemperie (unhoused). No se encuentra del todo cómodo, ni en el idioma propio ni en el idioma o los idiomas que domina, (…) Conocidos traductores hablan de una tierra de nadie”. La diferencia está en la escala: en cuanto hago una pausa en el vuelo y reflexiono –es decir, me pongo a escribir-, se esfuma la despreocupación lingüística. Pienso luego escribo: si pierdo el punto de apoyo, pierdo mi casa.

El mismo Steiner se ve obligado a observar que, aun en los vuelos directos, hay a veces una fugacísima sensación de vacío, ya el momento en que se impone una palabra de la otra lengua cuando no se la encuentra en la primera, ya el momento en que la otra lengua impone (aquí mismo caigo yo en el juego) su mot juste. Compara Steiner esa imposición con el brusco rasgar de una seda tornasolada. “The sense is that of a brusque tear in a lattice of shot silk”. Me gusta la violencia de la imagen (acrecentada por el hecho de que en inglés seda tornasolada se dice shot silk), también me gusta la referencia a la textura, por último me gusta el hecho de que la seda (¿paño materno?) no sea de color uniforme sino cambiante, según le dé la luz del sol.

               EN: VIVIR ENTRE LENGUAS. Eterna Cadencia, 2016.-